
Sergio Ramírez
Al basurero gigantesco de La Chureca, en la costa del lago Xolotlán, llegan diariamente unas 1.800 toneladas de desechos provenientes de los más de 300 barrios de la capital de millón y medio de habitantes, y se dice que es el vertedero a cielo abierto más grande de América Latina. Extraño campeonato.
Quienes viven de escarbar entre la basura, viven también prácticamente allí, 200 familias que entre niños y adultos hacen un ejército ambulante de 1.200 personas, dispuesta a defender su medio de subsistencia diaria: lo que otros botan. Y por eso amanecieron un día de hace poco en pie de guerra, y cerraron a los camiones recolectores los accesos, con lo que obligaron la intervención de las autoridades municipales.
Su protesta era debida a que los choferes y cargadores de los camiones que a diario recogen la basura en las calles de Managua, seleccionaban antes todo lo que tiene un valor comercial, para quedarse con el tesoro. El grito de guerra de los alzados era ¡queremos basura de calidad! Es decir, la basura completa, sin ordeños previos. Basura de primera.
No es un negocio pequeño, si se le ve en su totalidad, porque se trata de material reciclable que se vende a las plantas procesadoras de papel higiénico, fábricas de envases, fundidoras de piezas de metal. Y los sindicatos de trabajadores de la municipalidad de Managua, asumieron la representación de los recolectores frente a los habitantes de La Chureca, que nombraron sus propios negociadores.