Sergio Ramírez
Nuestra historia tiene una extravagante tendencia de parir personajes hechos a la medida de la novela; y siendo hermanas de leche las dos, historia y novela, no deja de parecer esto un asunto de favor entre quienes, más allá de su vínculo consanguíneo, se aman a veces, y otras se repelen, como ocurre tantas veces entre mujeres apasionadas. Cuando la historia, que se mueve sobre el piso de la realidad terrena da a luz a una de estas criaturas, los mortales, que padecemos de la debilidad de la admiración por lo singular, o por lo anormal, solemos siempre decir que esa criatura parece "un personaje de novela". Sobre todo si somos periodistas, o novelistas en busca de la sustancia de la singularidad, de lo atractivo, de lo extraño, de lo que creemos que despertará el interés de quienes nos leen.
De estas criaturas nacidas de la historia para reinar en la novela, y en las crónicas, que son a veces verdaderos fenómenos, como los terneros de dos cabezas, o los potrillos de seis patas, y que causan admiración, hemos tenido muchas en América Latina, y solemos asociar su aparición al subdesarrollo, como si la pobreza y el atraso fueran su mejor caldo de cultivo. Dictadores insaciables, caudillos que se creen eternos.
¿Dónde está la frontera entre novela y periodismo? ¿Cuál es el límite entre la narración imaginativa y la narración de hechos ciertos? La vida nos entrega sus personajes a unos y otros, novelistas y cronistas, y los novelistas gozamos de más ventajas porque podemos alterar y trastocar los hechos. Podemos, como dice Shakespeare en el acto I de El Rey Enrique V, dividir a un hombre en mil partes, vestir o desvestir a los reyes, saltar sobre las épocas, amontonar los acontecimientos de numerosos años en una hora. Pero el cronista puede echar mano de los recursos del novelista sin faltar a la verdad. Usar sus artilugios y sus trampas, hacer que el lector entre en el juego de las sorpresas, del suspense, de los finales imprevistos. Podemos compartir reglas, ya que estamos frente a los mismos escenarios. Podemos compartir personajes.