
Sergio Ramírez
Osama Bin Laden tiene 19 hijos, un dato que no hace parecer tan amarga su elusiva clandestinidad, pues se ve que salta de lecho en lecho para ocultarse al tiempo que se desnuda. Uno de esos hijos, de nombre Omar, le ha pedido recientemente a su padre que procure "otra manera de lograr sus objetivos", al tiempo que rehúsa aceptar que se trate de un terrorista. "No creo que sea un terrorista", dice, "la historia ha demostrado que no lo es".
El argumento que usa para negar que los actos de su padre sean los de un terrorista, es que cuando luchaba contra la ocupación rusa de Afganistán, el gobierno de Estados Unidos pensaba que era un héroe. "Antes lo llamaban guerra y ahora terrorismo", resume su argumento. Para él, lo que hace su padre es "una forma de ayudar a la gente".
Siempre que los actos de terror son juzgados desde la perspectiva política, encontrarán justificación. En esto, el hijo de Bin Laden no deja de tener razón. Depende de qué lado se esté, alguien será héroe, o será terrorista. Y depende de quién ejecute esos actos, y para quién. Menájem Begin, por ejemplo, que llegó a ser primer ministro de Israel, fue considerado un estadista; pero cuando en 1946, en su calidad de jefe de la organización clandestina Irgún, ordenó la voladura del Hotel King David de Jerusalén, donde se hallaban acuarteladas tropas del ejército británico, estuvo en la lista de los terroristas más buscados.