Sergio Ramírez
En Sentencia previa, la película futurista de Steven Spielberg basada en el cuento de Philip K. Dick, hay una escena en el metro, o en el autobús, donde los pasajeros leen periódicos electrónicos compuestos de hojas de material flexible del tamaño de un tabloide. Las noticias, ilustradas con videos más que con fotografías, cambian a medida que se producen. El lector tiene entonces siempre en sus manos un periódico absolutamente actual, que no envejece nunca.
Estamos cada vez más cerca de esa lejana era del futuro que la película de Spielberg presenta como ciencia ficción. Los periódicos se pueden ya leer en las pantallas de los teléfonos celulares.
¿Y los libros electrónicos, conectados a una inmensa biblioteca central de donde uno puede bajar a su gusto lo que quiera leer? Ya existe el artilugio Kindle ganándole la carrera al mañana, toda una revolución en el universo de la lectura, que pone seriamente en cuestión a los libros de papel; y tiene, por supuesto, competencia abierta con otros fabricantes que entran en el mercado con sus propias versiones del libro electrónico, pantallas provistas de tinta digital en las que también se puede leer periódicos y revistas en cualquier parte que uno se encuentre, en la calle, en el autobús, en la casa, en la oficina.