
Sergio Ramírez
Empieza a ocurrir lo que desde hace tiempo yo temía, y al mismo tiempo creo que deseaba: apareció en el mercado el libro irreal que es capaz de contener todos los libros, como si se tratara de una vieja propuesta de Borges. El libro infinito, la memoria infinita, que cabe en la palma de la mano, y se puede meter en el bolsillo. El libro que es una biblioteca. La biblioteca que a su vez no tiene límites.
Amazon ofrece su artilugio Kindle, que tiene el tamaño de un libro normal, 13×19 centímetros, y pesa 10 onzas. Su pantalla ofrece la textura del papel mate (libre de ácidos, deberíamos decir), la superficie de lectura perfecta, que no brilla y no ofende los ojos. Pero en la página que uno tiene a la vista, además, se puede elegir el tamaño y el tipo de letra más adecuado al gusto propio, y a la propia capacidad de visión.
Allí comienzan los atractivos de este libro de los libros electrónico. A mí me pasó hace poco, que buscando El banquete de Platón para una consulta, fui al viejo tomo de mi biblioteca, y me di cuenta que no podía con aquella letra menuda impresa en papel cebolla, vayan viendo las ventajas. No tengo mi Kindle. Pero lo busqué en línea, lo bajé y lo copié, y pude poner sus páginas en la fuente de letra que más me gusta, que es la Georgia, la misma en la que ustedes me están leyendo, y en 14 puntos, el tamaño más agradable para mí.
No sería tanto si pararan allí las ventajas. El Kindle es lo que decía al principio, un libro de libros, el libro de todos los libros, la biblioteca sin fin. Porque es una terminal para bajar todos los que uno quiera. El libro que es a la vez una biblioteca infinita. La biblioteca de Borges.