Sergio Ramírez
El mito arraiga mucho mejor en las sociedades en las que persiste un profundo sustrato rural, y es allí en ese sustrato donde también crece con renovado verdor la figura del caudillo. Rascacielos, carreteras de altas velocidad que se cruzan en complicados nudos, enjambres de antenas parabólicas, pero la sociedad rural sigue allí, trasladada a las colmenas bullentes que son las barriadas de los cerros de Caracas.
Mito y caudillo se encuentra en la muerte, donde florecen juntos. "El cielo se puso rojo. Estaba haciendo calor, bajó la neblina y llovió. Luego se puso rojo. Dicen que fue justo cuando murió Chávez", afirma una mujer de pobre condición económica que hace fila pacientemente bajo el sol para ver por última vez a su líder benefactor. Un temblor de magnitud 4 en la escala de Richter se ha sentido en Caracas el mismo día de los funerales de estado, comenta otro de los que esperan ver cumplida la gracia de contemplar el rostro del caudillo tras el vidrio del féretro. "Está bello, ha rejuvenecido", dirá otra mujer al salir de la capilla ardiente. "Parece que está a punto de hablar". Un cometa ha dejado su estela en los cielos lejanos.
No en balde María Lionza sigue reinando desde los cielos en Venezuela, montada a pelo en el lomo de una danta, la deidad campesina dispensadora de bienes cuyo culto nació en Yaracuy para extenderse a la nación entera, campos y ciudades.