Sergio Ramírez
El espacio democrático más importante en la historia de la humanidad es el de la red ciberespacial, y hasta ahora se suponía el más libre, colocado más allá de las manos de quienes, dueños del poder terrenal, han usado siempre la censura a la información y a la difusión de las ideas como arma de represión.
Pero el Big Brother ya se dio cuenta de que no todas las ideas que circulan por esos caminos infinitos e invisibles le convienen, y declara, como lo ha hecho el director del Centro de Vigilancia Cibernética del Buró de Seguridad Pública de China, que es su misión eliminar de la red “toda información que causa daño público y enturbia el orden social”.
Como se ve, existe ya una burocracia para controlar a quienes navegan sin permiso del Big Brother. Les preocupa en China, y también en Irán, en Birmania, en Corea, y aún en Estados Unidos, saber qué es lo que llega a las pantallas, y se aseguran de que lo considerado inconveniente no llegue del todo.
Están en la mira los mensajes terroristas subliminares o abiertos, y la pornografía infantil, asuntos en los que la preocupación oficial parece legítima. Pero en no menos de 30 países, según la organización OpenNet, que trabaja en favor de la libertad de expresión en el ámbito cibernético, también se impone la veda a miles de páginas web, lugares de chats y blogs, que son considerados peligrosos por lo que allí se habla, o se dice, o se discute, en términos de política, ideología, religión, creencias culturales.