Sergio Ramírez
Mi libro de relatos El reino Animal (Alfaguara, 2006) podría volverse interminable porque cada día aparecen historias que sería necesario agregar, de acuerdo a la intención que me guió al escribirlo: narrar las relaciones, a veces terribles, entre la gente y los animales que se hallan, por lo general, en estado de indefensión frente a la mano hostil, y depredadora, de los seres humanos. Tengo un último ejemplo.
Leo que en Inglaterra quedaba nada más un ejemplar del ciervo blanco. Se llamaba Snowy, tenía nueve años de edad, y según el Daily Telegraph, fue cazado hace pocos días. El cadáver del ciervo, sobreviviente de una especie que una vez fue numerosa, fue hallado en un bosque situado entre las regiones de Cornwall y Devon, y aún no lo habían decapitado para embalsamar la cabeza, como se hace generalmente con las piezas de caza, para que luzcan en alguna pared, en mérito del cazador. Esta cabeza, por ser la de un animal que ya no se verá más sobre la faz de la tierra, costará ahora en el mercado miles de libras esterlinas.
Había una conspiración de los pobladores vecinos al bosque que habitaba el solitario ciervo blanco para protegerlo, y la mejor manera que tenían era la de ocultar su existencia a las hordas de cazadores que se presentan por allí cada temporada. La actual está en pleno apogeo, y no terminará sino a finales de abril del año entrante. La caza del ciervo blanco, aunque se tratara de un ejemplar único, fue legal por haberse hecho en temporada.
Ahora no queda a su fantasma sino vagar por los bosques.