
Sergio Ramírez
Estas son estadísticas que hielan. 100 millones de niños de ambos sexos son parte de la inmensa red de prostitución infantil, un negocio de extensos tentáculos que deja ganancias parecidas a las del tráfico de estupefacientes, y que se halla ligado a la pornografía infantil, y al tráfico de órganos. Es el tercer negocio ilegal más bonancible en el mundo, detrás de la droga, y la venta de armas. Pero además, el tráfico de niños está controlado por los diferentes carteles que operan en México y Centroamérica, lo mismo que en Colombia, o Brasil.
Sólo a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos, hay 50 mil mujercitas sometidas a esclavitud sexual, explotadas como atractivo del turismo subterráneo que las ofrece a clientes ricos que prefieran a las niñas en lugar de las adultas, un mercado que crece cada día más; y otras miles son llevadas a la frontera entre Guatemala y México, para ser prostituidas allí, o hacerlas esperar el viaje hacia la otra frontera, y de allí a los Estados Unidos.
Son niños comprados a precios baratos en los cinturones de miseria de las ciudades, y en las comunidades campesinas, donde la pobreza reina en todo su triste esplendor, o secuestrados con engaños bajo falsas promesas para ser vendidos a los burdeles. El precio en México de una niña de entre 12 y 15 años, llevada desde cualquiera de los países centroamericanos, es de 200 dólares como promedio. En Nicaragua, desaparece una niña cada 3 días, con destino a Guatemala.
Hay en el mundo oficial quienes se hacen los ciegos y los sordos frente a este negocio, porque son parte del mismo, y amasan fortunas dejando que florezca. Un infierno rentable.