Sergio Ramírez
El senador Larry Craig, del Partido Republicano de Estados Unidos, se presentó siempre como un verdadero guerrero de la decencia, incapaz de consentir el menor desvío sexual. Si le hubiera tocado vivir en tiempos de la rígida moral del siglo XVII, que bien retrata Nathaniel Hawthorne en su novela La letra escarlata, habría sido uno de aquellos cuáqueros enemigos jurados del adulterio y la sodomía que imponían penas infamantes a los pecadores asediados por los vicios de la carne. Sólo las llamas del infierno podían purgar semejantes delitos, que mientras tanto era necesario denunciar en la tierra.
Severo como se le ve en las fotos, con el dedo alzado en admonición, nadie pudo imaginar nunca a este terrible juez con los pantalones abajo, proponiendo relaciones sexuales a otro hombre. ¡Y en un baño de varones de un aeropuerto! Metido dentro de la caseta del retrete, hizo al ocupante del cubículo vecino las señales indecorosas que corresponden a un código convenido entre homosexuales: unos golpes dado con la suela del zapato primero, y luego unos pases con la mano por la abertura debajo de la separación. Con la mala suerte de que el otro resultó ser policía.
Con lo que el intransigente senador Craig, enemigo número uno del matrimonio entre homosexuales, no salió del clóset, sino del retrete.