Sergio Ramírez
Las supuestas cartas de Rubén Darío a Amado Nervo no han sido encontradas en el archivo del destinatario, sino en el del remitente, lo que quiere decir que Darío, más descuidado aún, sacó copia de ellas, y temerario, las guardó, él, el más tímido de los mortales, para que la posteridad supiera de su condición de homosexual.
Las cartas son parte de un lote de cerca de 900 documentos escritos a mano, y calzados con la firma de Darío, entre los que además hay copias abundantes de sus propios poemas, que acaban de ser adquiridos por la Universidad del estado de Arizona, adquisición celebrada con repique de campanas, y el profesor de esa misma universidad, Alberto Acereda, reputado como experto en la obra dariana, ha sido el primero en tener acceso a ellos, y nos regala, como primicia, un artículo publicado en el Boletín de Estudios Hispánicos que se edita en Londres, y que titula "Nuestro más profundo y sublime secreto (título entresacado de una de las cartas): los amores transgresores entre Rubén Darío y Amado Nervo". Su propuesta es que, en base a ese hallazgo, toda la obra de Darío, y por tanto la de de Nervo, se lea desde ahora a la luz de la homosexualidad.
Sólo que las cartas son falsas. Y ya se sabe que para bailar esta clase de tangos se necesitan dos: un ingenuo que se deja timar, y un pícaro que se alza con el botín que cándidamente le entrega el timador.