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Periodismo pandémico: ¿Qué hacer en confinamiento?

Por 3 de octubre de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Roberto Herrscher

Por más de 30 años he estado enseñando y practicando el arte de contar historias reales.

“Gástense las suelas de sus zapatos, sientan el viento y la lluvia y los rayos del sol”. En redacciones y aulas de América Latina y más allá, esto era lo que profesores y editores les decíamos a nuestros reporteros y alumnos: que salieran de la “zona de confort” para encontrar las historias que los sorprendieran a ellos tanto como a sus lectores. 

¿Y ahora qué? ¿Qué es lo que debemos pedirles que hagan, cuando salir a la calle es peligroso y poco recomendable?

Este semestre estoy enseñando “Crónica,” la palabra que usamos en Latinoamérica para referirnos a una pieza larga que se adentra en una cuestión noticiosa contando una historia, en el pre y posgrado. Por primera vez, no puedo enviar a los alumnos a los lugares donde suceden las cosas que tienen que contar, sino que debo pedirles que se queden en casa. ¿Cómo ayudarlos a que cuenten el mundo si no pueden entrar a las casas, las fábricas, los templos de oración y las escuelas? ¿Cómo pedirles que describan cómo huelen los lugares donde la gente vive si no pueden ir?


Ya es suficientemente difícil reinventar el aula y enseñar y aprender desde las pantallas frías. Ya es duro evitar la sala de redacción y trabajar en conjunto con colegas que están en sus dormitorios o comedores transformados en oficinas. Pero esto…

En América Latina el no ir siempre supuso el peligro de no entender. Encontrar lo que realmente pasa o pasó requería ir a las villas miseria, poblaciones, cantegriles, favelas o como en cada país se llaman los sitios donde sobreviven y luchan los pobres, y entrar en los hospitales, las fábricas, los mercados. Quedarse adentro, reporteando desde Internet y el teléfono fue siempre la receta para quedarse con la “versión oficial”.

Y sin embargo, hay mucho que se puede hacer y algunas lecciones he aprendido para practicar y enseñar en estas circunstancias leyendo a estupendos colegas latinoamericanos. De ellas y ellos saqué la conclusión de que la pandemia no solo trajo problemas, sino también nuevas posibilidades para estos reporteros y editores.

Estas cinco herramientas, que aquí presento con ejemplos actuales, existen desde hace mucho antes de que escucháramos por primera vez el término “coronavirus”. Pero para mí, estos medios y colegas les dieron nuevo significado y valor. Espero que al compartir estos ejemplos y cómo se han transformado en estos tiempos duros, nos ayude a todos a construir en el futuro un periodismo más humano, relevante y consecuente.  

1.      Encontrar, entender y usar datos: Alejandra Matus (periodista independiente, Chile)

Después de décadas de contar su país desde las poblaciones, los palacios de gobierno y de justicia, las bibliotecas, los regimientos y los cementerios, la reportera y escritora chilena Alejandra Matus (quien fue Nieman Fellow en Harvard en 2010) finalmente se lanzó a cursar una maestría en Nueva York. Y entonces cayó el coronavirus y Alejandra está enclaustrada en un departamento alquilado en la Gran Manzana.

Pero desde esa distancia, cuando empezó la pandemia sintió que había algo que los medios tradicionales de su país no estaban haciendo. Muy humildemente, desde su cuenta personal en Twitter (@alejandramatus), Matus desafió al gobierno chileno y marcó el rumbo que después siguieron los grandes medios del país. Comenzó instalando en la agenda pública una simple pregunta: ¿Por qué el gobierno decía que había pocos muertos por COVID pero el número de fallecidos por deficiencias respiratorias había subido enormemente comparado con los mismos meses de años anteriores?  

Los datos que el gobierno entregaba y que la mayoría de los medios repetía jornada tras jornada no estaban contando la realidad. Matus demostró que parte de este incremento en muertes eran personas que no habían sido testeadas: murieron antes de que pudiera hacérseles el examen. Ella ya era una periodista muy respetada en el país, había escrito libros sobre falencias y corrupción en la justicia, sobre la poderosa Doña Lucía, esposa del dictador Augusto Pinochet, sobre crímenes y robos en dictadura y en democracia. Pero sus tweets, breves como estocadas, la hicieron indispensable en el Chile de hoy.

Mientras escribo estas líneas, Alejandra Matus es convocada por medios escritos, radiofónicos y televisivos; todos quieren su voz. El 22 de agosto comenzó, junto con sus afamadas colegas Mónica González y Mirna Schindler, el programa dominical de análisis y entrevistas políticas  Pauta Libre en el canal La Red.

Una combinación de independencia, sentido común, búsqueda creativa e incansable y buen uso de técnicas investigativas la ayudó a encontrar qué estaba pasando más allá de la repetición acrítica de propaganda gubernamental.

Y todo lo está haciendo con una laptop y un teléfono en un departamento alquilado a 5.000 millas de casa.

2.      Leer: Hinde Pomeraniec (Infobae, Argentina)

Pocos periodistas latinoamericanos han cultivado las artes plásticas, la literatura, la música y la historia de su propio país con la profundidad y creatividad de la reportera cultural y editora argentina Hinde Pomeraniec. Sus libros, que van desde cuentos infantiles hasta un ensayo narrativo sobre el poder de Vladimir Putin en Rusia, así como su carisma en programas culturales en radio y televisión muestran su abarcadora calidad.

Actualmente combina la conducción de programas en la TV y radio pública con la edición de la sección de Cultura del vibrante diario digital Infobae. Es allí donde cada viernes Pomeraniec obsequia a sus seguidores con una invalorable columna.

La última que leí, sobre la “política de la cancelación” y las memorias de Woody Allen, defienden la idea, para muchos incómoda, de que los males y falencias de un artista no deben llevar a la prohibición o desprecio de su obra, es un mesurado y bello ejemplo de su mente alerta y su brújula moral.

En esta y las docenas de “cartas a los lectores” publicadas desde el inicio de la pandemia (todas empiezan con un “Hola, ahí”), Pomeraniec ha ido creando una comunidad de lectores, oyentes y videntes: nos lleva al corazón de la pintura impresionista, a las viejas películas argentinas en blanco y negro, a la última novela que leyó. A la vez nos ayuda a escapar de las noticias del día y nos da nuevas herramientas para entender el el presente.

La carta abierta del comentarista cultural no es un género nuevo, pero hasta leer sus preciosos textos no había caído en la cuenta cuánto necesitaba en estos tiempos a un amigo distante. Pocos escritores son capaces de hacernos ver el mundo de las páginas y las pantallas como esta corresponsal del confinamiento con los ojos abiertos.

3.      Escuchar: Hacemos Memoria (UdeA, Colombia)

Hacemos memoria, un proyecto conjunto de una de las más antiguas y prestigiosas universidades de Colombia, la Universidad de Antioquia, y el instituto de enseñanza y formación en periodismo de la red alemana de radiodifusión, Deutsche Welle Akademie, organiza talleres y posgrados y mantiene una revista digital sobre las historias que se animan a mantener viva la memoria de uno de los países más trágicos de Sudamérica.  

Una de las secciones más impactantes de este proyecto periodístico es la de “voces,” una colección de entrevistas, debates y monólogos de aquellos que los medios hegemónicos suelen dejar fuera: líderes indígenas, víctimas del crimen organizado y la brutalidad del estado, familiares de desaparecidos, académicos expertos en historia, sociología, antropología y, sí, también filosofía, necesarias para comprender e intentar poner fin al ciclo de violencia en Colombia.

Estas voces valientes cuentan historias de crímenes y dolor, pero también maneras de enfrentar el duelo, levantar la cabeza y negarse a olvidar. Hay colecciones de tejidos, ensayos fotográficos, muestras de comida tradicional, maneras creativas de “hacer memoria”.

Estamos de acuerdo en que hablar a la distancia, por teléfonos y computadoras, no será nunca igual a encontrarnos. Pero un equipo empático liderado por la aguerrida periodista y profesora Patricia Nieto ha logrado mantener en contacto a investigadores, líderes, testigos y víctimas de viejos y nuevos crímenes (las matanzas no han parado en el campo colombiano).

No poder viajar no les impide entrevistar, y muchas veces esas voces están más abiertas y deseosas de contar que antes. Y escuchar es algo que Podemos hacer ahora; este Proyecto nos recuerda cuán lejos puede viajar el oído incluso si no podemos ensuciarnos los zapatos en el barro de la realidad.

4.      Hacer alianzas: Distintas Latitudes (México)

Una de las características más tremendas y periodísticamente relevantes de la actual situación es que la misma situación, las mismas muertes y miedos y dramas se están viviendo de forma similar en tantos sitios a la vez.

América Latina es una región en la que el mismo idioma cruza vidas tan distintas, de Río Grande a Tierra del Fuego. Durante la última década, decenas de proyectos transnacionales han echado luz sobre crímenes del pasado, como la Operación Cóndor en la que las dictaduras del Cono Sur intercambiaron prisioneros ilegales, o del presente, como los llamados Papeles de Panamá, que muestra la extensa red de evasión fiscal de los ricos de la zona.

En el último lustro, un grupo de editores liderados por el mexicano Jordy Meléndez Júdico formaron la Red LATAM de Jóvenes Periodistas. Invitaron a prometedores reporteros a trabajar juntos para revelar los males comunes de la región. Para ellos la unión y el uso de herramientas modernas para mostrar la globalidad de problemas y soluciones hacen la fuerza.  

Actualmente, llevan a cabo dos proyectos transfronterizos relacionados con la pandemia y cómo afecta más duramente a las mujeres: uno sobre el aumento de violencia doméstica en confinamiento, y el otro sobre la terrible situación de las vulnerables inmigrantes venezolanas embarazadas.  

5.      Llevar un diario personal (o mejor aún: colectivo): Ojo Público (Perú)

La última década también ha visto un estallido de medios digitales independientes a lo largo del continente. Algunos son emprendimientos conjuntos de sus mismos editores y reporteros; otros tienen donantes, socios o son aportes de universidades, fundaciones y ONGs. Ojo Público de Perú ha crecido en prestigio y variedad de contenido por su enfoque en la salud pública y el llamar a dar cuenta a los sucesivos gobiernos, el talent de su joven redacción y el hambre de los lectores peruanos, cansados de la corrupción y el tradicionalismo de los medios hegemónicos.


Entre otros proyectos, durante la pandemia, Ojo Público empezó a recolectar testimonios en primera persona de ciudadanos comunes, cuyos dramas médicos, económicos, sociales y psicológicos reflejaban el sentir de la sociedad.

En su Diario de la Cuarentena: Las historias de todos,  enfermeras, vendedores ambulantes, padres y madres, estudiantes, trabajadores sobre-explotados o despedidos, hombres y mujeres viviendo en soledad o en hacinamiento comparten sus relatos en primera persona, y el medio los publica día tras día. Los une el tono cercano y los dibujos emotivos y juguetones de Claudia Calderón.

Forman el recuento de lo que sucede en nuestras vidas hoy emparentadas. Este proyecto creativo es inusual en tono y contenido a lo habitual en Ojo Público, pero adquiere total sentido en la forma en que aporta historias humanas de salud, de lucha por el ambiente y los derechos humanos, de formas de sobrevivir a la pobreza y el abuso. Otro proyecto, más trágico, pinta perfiles de los muertos de la pandemia: Hasta que la vida nos separe.

Así como Matus persigue, obtiene y coteja bases de datos, Pomeraniec recuerda la magia de leer y aviva el fuego del pensamiento, Hacemos memoria da voz a las víctimas y Distintas latitudes junta talentos para hacernos ver que ninguno de nuestros países está aislado, Ojo público teje el relato común de lo que estamos pasando, que hermana en su sufrimiento a nuestros pueblos.

Debe haber muchos ejemplos más ahí afuera. Este puñado me da fuerza y esperanza en estos tiempos de angustia.

 

Este artículo fue publicado en septiembre en inglés y castellano en la ReVista Harvard Review of Latin America:

https://revista.drclas.harvard.edu/book/periodismo-pand%C3%A9mico%C2%A0?admin_panel=1

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Roberto Herrscher

Roberto Herrscher es periodista, escritor, profesor de periodismo. Académico de planta de la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Es el director de la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, en la que se publica Viajar sola, director del Premio Periodismo de Excelencia y editor de El Mejor Periodismo Chileno en la Universidad Alberto Hurtado y maestro de la Fundación Gabo. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007), publicado en inglés por Ed. Südpol en 2010 con el nombre de The Voyages of the Penelope; Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y de El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En septiembre de 2021 publicó Crónicas bananeras (Tusquets) y su primer libro colectivo, Contar desde las cosas (Ed. Carena, España). Sus reportajes, crónicas, perfiles y ensayos han sido publicados The New York Times, The Harvard Review of Latin America, La Vanguardia, Clarín, El Periódico de Catalunya, Ajo Blanco, El Ciervo, Lateral, Gatopardo, Travesías, Etiqueta Negra, Página 12, Perfil, y Puentes, entre otros medios.

 

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