Rafael Argullol
Rafael Argullol: La verdad es que son muy oscilantes las preferencias literarias de cada época.
Delfín Agudelo: Oscilante también es el gusto inmediato que se puede sentir por una novela. ¿Cuántas veces ha sucedido que al público lector le hace falta algún tipo de desarrollo histórico para poder comprender -o, más importante aún, disfrutar- de una novela? Hay novelas que fueron publicadas en los años equivocados. Algunas reaparecieron después, pero muchas otras, descartadas ahora y olvidadas para siempre, jamás saldrán de la oscuridad. ¿Y si encontráramos ahora novelas rechazadas hace diez o quince años que otorguen algún tipo de fascinación que entonces no detectamos? O visto desde el presente: ¿cómo será esa novela que, publicada ahora, pase desapercibida hasta dentro de unos años, momento en que la podamos leer?
R.A.: No sé exactamente cómo podría ser si hablamos de una novela inédita; es decir, de la novela que en estos momentos se está escribiendo o del libro que en este momento se está escribiendo. Sí me atrevería a decir que hay determinadas obras que en su momento tuvieron un gran impacto, y que en estos momentos serían mucho más difíciles de hacerlas llegar al público. También podría hablar de obras que en su momento no tuvieron un gran impacto pero que sin embargo después, precisamente por esas oscilaciones del gusto, se convirtieron en obras de referencia. Se me ocurre, entre las primeras mencionadas, La montaña mágica de Thomas Mann. Cuando salió, a pesar de su enorme extensión, tuvo una acogida muy buena por parte del público. Si no recuerdo mal se vendieron alrededor de cien o doscientos mil ejemplares, que son números que actualmente otorgamos a estos best sellers prefabricados del mundo literario. Sin embargo, pienso que si ahora se publicara como inédita La montaña mágica, tendría en principio fuertes dificultades de implantación en el público, lo cual no quiere decir que en un inmediato futuro el tratamiento del tiempo y la enfermedad en el sanatorio de Davos- santuario actual de la globalización económica-, como también el tratamiento de la condición humana, no pudiera llevarle a ser una novela de referencia.
El segundo ejemplo es otro clásico, La línea de sombra o incluso El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Cuando salieron no tuvieron un gran éxito inmediato, y sin embargo al cabo de unos años se convirtieron en escenarios literarios de referencia. Por tanto, hay una ley difícil de identificar, una ley invisible no escrita, que vincula la calidad literaria y el impacto. Esa ley tiene distintas consecuencias. A veces se da una especie de sincronía entre la calidad y el impacto, y a veces hay una diacronía absoluta, sea porque en principio no tiene ninguna repercusión, sea porque la tiene y después desaparece. Hay otro efecto que podríamos llamar subterráneo, que es como las aguas subterráneas que desaparecen pero emergen cuando la gente lo exige.
Pienso también en una obra que más de una vez he citado, Bajo el volcán de Malcolm Lowry. Ésta sería una tipología distinta, porque es el tipo de libro que tiene toda una serie de lectores, una minoría que va manteniendo el culto a ese libro, que mantiene viva su memoria, y que probablemente en un momento determinado puede estallar y convertirse en algo que llega a mucha más gente. Es fascinante ver este entrelazamiento entre lo que es la calidad literaria y el impacto, porque hay muchas leyes distintas.