Rafael Argullol
Rafael Argullol: Nuestra época presume de un gran racionalismo y sin embargo está repleta de nuevas idolatrías.
Delfín Agudelo: ¿Pero no estamos acaso frente a una idolatría por el mismo hiperracionalismo?
R.A.: En parte el propio hiperracionalismo de nuestra época se ha constituido en una idolatría. Veamos por ejemplo la idolatría que se produce no a través de la ciencia pero sí a través de algunas supuestas consecuencias de la ciencia, como puede ser la medicina estética o toda una serie de suposiciones alrededor de la eterna juventud. Nuestra época ha elegido nuevos ídolos alrededor de mitos que han sido recurrentes en la historia humana como es el alcanzar esta supuesta eterna juventud. En este sentido una de las cosas que distingue más claramente la idolatría de la espiritualidad es que mientras que la espiritualidad siempre conserva el misterio y la duda ante la trascendencia del ser humano, la idolatría viene caracterizada por el ofrecimiento de beneficios inmediatos, de resoluciones inmediatas, de de regalos inmediatos para quien tenga ese culto o esa adoración. Creo que esta es la frontera claramente definible entre la búsqueda espiritual del hombre y la adoración idolátrica que se conoce a través de diversos mecanismos. La danza alrededor del becerro de oro -que es una de las grandes metáforas bíblicas- es una danza en ese sentido permanente, que se va reproduciendo; lo que ocurre es que es una danza que va cambiando de forma y ritmo, incluso de vestiduras, de máscaras. Sin embargo, en nuestra época es una danza que se presenta con gran vértigo.