Rafael Argullol
Delfín Agudelo: ¿Te refieres a alguna representación en particular?
R.A.: Me refiero fundamentalmente a una representación de la medusa atribuida a Leonardo Da Vinci, aunque nunca ha habido ninguna seguridad respecto a ella, aunque es cierto que es muy elocuente la brutal continuidad que ha tenido la representación de la Medusa desde los tiempos antiguos hasta las representaciones llevadas a cabo por la pintura surrealista. Es un mito monstruoso de una atracción de un magnetismo casi insuperable porque representa como ninguno la confluencia de lo monstruoso y de lo bello. Esta mujer monstruosa, una de las Gorgonas, que tiene por cabellera revoltijos de serpientes, y que tiene fundamentalmente una mirada de una belleza enloquecida y enloquecedora que petrificaba a los hombres, es algo que ha venido seduciendo a las sucesivas generaciones de artistas. Hasta el punto diría que es una de las máximas inspiraciones del arte occidental de todos los tiempos. A mí me gusta pensar en esa imagen de mujer cuya belleza causa la devastación y la destrucción, que sería la patrona de todas las femmes fatales de la historia, y que tiene esa capacidad de petrificar de manera que para enfrentarse a ella sólo es posible, como lo hizo Perseo, degollándola. Pero incluso así el mito de la Medusa va más allá. Y después de su propia muerte, en la cual su vida atormentada parece acabarse, deja un rastro de belleza al convertirse sus cabellos en el coral. Una de las derivaciones del mito hace nacer el coral de los propios cabellos de la cabeza de la medusa, una vez ha sido cortada por Perseo. Evidentemente hay algo de culminación en esa historia, en la estatua que hay en Florencia de Benvenuto Cellini, con Perseo levantando la cabeza de la Medusa.