Rafael Argullol

Delfín Agudelo: ¿Te refieres acaso al retrato fechado en 1500 que está en el museo de Munich?
R.A.: Sí, el autorretrato que se hizo Durero que creo que resulta en el autorretrato más audaz que se había hecho hasta el momento en toda la historia de la pintura europea. En él Durero se autorretrata como si fuera Cristo mayestático; es decir, frente a las tendencias de otros pintores, de manera suprema Miguel Ángel o Caravaggio, que tienden a representarse como víctimas de sacrificio, aquí Durero quiso hacer una especie de reafirmación central de su figura, y de la figura del nuevo artista renacentista, y para ello no se le ocurrió un procedimiento más impactante que tomar el modelo del propio Cristo mayestático y en cierto modo enmascararse con ese modelo. Ahí, de alguna manera, se inauguraban dos grandes líneas de inspiraciones para los autorretratos de la pintura europea: una en el que el pintor se ha visto como Cristo crucificado, y otra en la cual se ha visto como Cristo en majestad. El primero que lo hizo con tanto descaro pero al mismo tiempo con tanta autoafirmación del talante del artista fue Durero en ese magnífico autorretrato que sin embargo tiene algo que choca con la prudencia con que sus contemporáneos se reflejaban en la pintura