Rafael Argullol
Rafael Argullol: Hoy en mi galería he visto el espectro huidizo de Don Juan
Delfín Agudelo: ¿Te refieres al de Tirso de Molina, al de Molière, al de Zorrilla, o a todos?
R.A.: No sabría distinguir entre ellos. Cuando pienso en el personaje Don Juan pienso en un arquetipo que se va alimentando a través de sucesivas obras que va sufriendo una metamorfosis, que va cambiando su relación con el mundo, incluso que va cambiando su propio destino. Evidentemente el origen de ese personaje lo busco en la Sevilla dibujada por Tirso de Molina, el personaje del burlador. Luego lo veo entrando en una gran maduración y complejidad literaria a través de la encarnación que le hace Molière; luego, por ejemplo, el carácter demoníaco que le otorga Lord Byron también es una vertiente distinta al personaje y luego finalmente el Don Juan romántico de Zorrilla, con ese giro en que es salvado por el efecto del amor, acabaría de redondear las distintas versiones de un personaje que sin embargo, de manera paradójica, quizás alcanza su mayor representación en una obra musical, Don Giovanni de Mozart, y el libreto de Lorenzo Daponte. El final de ese personaje que más allá de las obras veo en una continuidad y como un arquetipo, siempre me ha llamado la atención una especie de tristeza violenta que le embarca. Es un personaje sumamente contradictorio: por un lado tiene una cierta grandeza transgresora, por el otro tiene algo de muy miserable en el sentido de ser incapaz de gozar realmente. Es alguien que acumula sombras de placeres pero no los placeres. En ese sentido el arquetipo de Don Juan es bien distinto al de Casanova, que sí era un hombre que a través del amor de las mujeres parece acercarse a una auténtica vida de los placeres. En Don Juan, en cualquiera de los casos, siempre advertimos esta insaciabilidad, y esa mezcla de una grandeza que se manifiesta en el desafío incluso a las fuerzas ultramundanas, el desafío a Dios, y por otro lado una cierta mezquindad, ya no solo en la relación con las mujeres, sino en la relación con la vida: es un hombre patéticamente incapaz de vivir el razonamiento y los matices de la vida, llegando así a un momento en que lo único que hace es una fuga hacia delante, acumulando sombras de placeres y de amores, pero casi nunca el placer y el amor. Eso le da una vertiente especialmente trágica.