Rafael Argullol
Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he evocado al de Casanova.
Delfín Agudelo: ¿En cuál de sus versiones?
R.A.: La verdad es que Casanova es un personaje por el que siempre he tenido una gran admiración literaria, desde que muy joven y casi por casualidad cayeron en mis manos los tomos de sus memorias escritas en francés y que por casualidad llegué a leer quizás en una edad en la que aún no estaba en condiciones de comprender de manera general lo que representaba su espíritu. Veía evidentemente su faceta de seductor que probablemente a los 17 u 18 años, cuando leí el libro, me causaba la principal atracción, pero entonces no estaba en condiciones de fijarme en el espíritu libre, en el ilustrado, en el gran viajero, en el gran mundano, en el sentido más rico de la palabra: el que quiere devorar al mundo. Esto hizo que el personaje de alguna manera me acompañara siempre. He ido siguiendo varias de las versiones que ha dado el arte recreando al personaje. Me acuerdo muy bien, por ejemplo en el cine, del Casanova de Fellini. También al ya muy viejo Casanova, en la película de Ettore Scola, La nuit de Varennes, que es un Casanova ya en los últimos años, crepuscular, y que emprende un viaje desde París a la frontera, que es un viaje paralelo al de huída -incluso en los mismos días-que intenta realizar Luis XVI ante la deriva que ha tomado la revolución francesa. Scola trenza de manera magistral los dos viajes, el del rey que va hacia la muerte y hacia el hundimiento del antiguo régimen, y el del gran mundano y seductor que ha llegado a su momento crepuscular, pero que a pesar de todo mantiene una dignidad incluso trasnochada que preserva determinadas costumbres y rituales que los tiempos revolucionarios están destruyendo, pero que a pesar de todo, en el mantenimiento de esta especie de genio y figura, basa en cierto modo esa supervivencia frágil y débil de ese último periodo. Y claro, no puedo olvidar en el intento de evocación a Marcelo Mastroianni quien realiza un papel espectacular, encarnando a ese viejo Casanova para el cual es válido aquello que dijo una vez Falstaff: el deseo que aún tiene va más allá de la capacidad de posesión.