Estilo y espíritu
Rafael Argullol: Pero en general se ha impuesto una abstrusidad lingüística que ha llevado a la filosofía a un cierto callejón sin salida.
Delfín Agudelo: El callejón sin salida del que hablas me recuerda el Affaire Sokal, que consistió en escribir un paper académico en un estilo puramente posmodernista que implicaba una oscuridad sin sentido. ¿Se debe acaso este callejón sin salida a la investigación filosófica en sí misma, en su sentido temático, o al lenguaje con el cual se escribe, su mero discurso estliístico-académico?
R.A: Me refiero a las dos cosas. Frecuentemente en el siglo XIX, por ejemplo, de la mano del idealismo, como en el siglo XX de la mano de un movimiento contrario y antagónico como lo es neopositivismo lógico, se ha caído en el error de creer que la investigación filosófica llevaba consigo la necesidad de ser un lenguaje de fuerte oscuridad léxica. Creo que en ambos casos, que se trata de movimientos contrarios, es un error. Me da la impresión de que la filosofía, también en la época moderna, ha llegado a lo mejor de sí misma en el momento en que ha recuperado la que creo era su voluntad original, de ser una escuela del saber y por tanto de la vida: en el momento en que la filosofía no pretende ser exclusivamente de conocimiento teorético sino que quiere ser casi diríamos un modo de existencia, un modo de saber la existencia, un modo de penetrar en la existencia.
Para que esto sea así, evidentemente tiene que partir de la experiencia. Dicho con otras palabras, tiene que partir de un reequilibro entre el mundo de las ideas y el mundo de las sensaciones que frecuentemente no se da. Por tanto, creo que para que la filosofía vuelva a asumir su condición armonizadora y mediadora en el terreno espiritual, tiene que renunciar al oscurantismo y eclecticismo, muchas veces propios ámbitos académicos cerrados, y volverse a abrir a esa original visión que sería ser escuela de vida y de conocimiento. Por eso sigue siendo valioso el nombre, filosofía como voluntad de saber más que el dominio del saber, que se va abriendo paso a través de la propia experiencia. Naturalmente por esa cuestión en mi caso siempre he tendido el carácter importantísimo de lo estético como un camino filosófico, porque lo estético es aquello que permite la parte sensitiva de la experiencia humana, y creo que el mundo de las ideas que puede proporcionar la filosofía debe nutrirse fundamentalmente a través de lo sensitivo. Podemos fijarnos en la manera como en un mundo cosmopolita como el nuestro, el verdadero puente de contacto de distintas tradiciones espirituales es el estético. Las creaciones artísticas o experiencias estéticas en mayor medida proporcionan el elementos de conexión entre diversas tradiciones. En cambio, el momento en que cada una de éstas se encierra en sí misma, sea a través de sistemas filosóficos cerrados o de supuestas característica religiosas, el diálogo se hace más y más difícil.