Rafael Argullol
En ti estuve alojado
cuando eras un cuerpo joven y vigoroso,
y ahora te observo anciana,
mientras tus escasas palabras,
ancladas en lo esencial,
expulsan del lenguaje todo lo superfluo,
y comprendo, madre, a través de la carne,
lo que ninguna doctrina explica:
el cambio y el acontecer,
lo fugaz, que escapa a toda doma,
y lo que en medio del vértigo,
fijo como el ojo del huracán,
despreciando la apariencia, permanece.