Rafael Argullol
Extraviados en el bosque,
¡cuánto deseamos alcanzar una isla de resplandor,
un claro en la espesura,
y aún más el valle prometido,
donde todo es diáfano, abierto!
Pero, después, a salvo en la llanura,
con el gozo del sol en los corazones,
¿no anhelamos igualmente,
con fuerza secreta, inconfesable,
aquella penumbra, aquel misterio
hacia el que avanzábamos turbados,
entre el crepitar de la hojarasca,
aquel demonio de lo prohibido
que acechaba, burlón, tras los recios troncos
de árboles oscuros e infinitos?
La luz nos rescata del instinto,
el instinto nos redime de la razón.