Ficha técnica
Título: Un torpe en un terremoto | Autor: Javier Rodríguez Marcos | Editorial: Debate | Género: Ensayo | ISBN: 9788483069486 | Páginas: 200 | Formato: 15 x 23 cm. | PVP: 16,90 € | Publicación: 26 de Abril 2011
Un torpe en un terremoto
José Manuel Rodríguez
Conmovidos todavía por la violencia del terremoto de Fukushima, quizá sea el momento de recordar con perspectiva el temblor más reciente. Este libro es una crónica del seísmo del 28 de febrero de 2010 en Chile. Acababa el verano, y muchos celebraban la fiesta nacional de Chile cuando fueron sorprendidos por el terremoto más largo de la historia: siete minutos, y el sexto en intensidad: 8,8 grados en la escala de Richter. Javier Rodríguez Marcos, periodista de la sección de cultura de El País, sale de Madrid sin saber que su viaje al Congreso de la Lengua de Valparaíso va a convertirse en algo muy diferente: una aventura que incluye un avión de Buenos Aires a Mendoza; un autobús que atraviesa los Andes durante ocho horas entre Mendoza y Santiago; otras 12 horas en un coche de alquiler entre Santiago y el sur de Chile, y un redactor jefe ansioso por recibir las crónicas mientras el ordenador con el que tiene que trabajar ha pasado a mejor vida. Las previsibles crónicas de salón acerca de las reuniones de un centenar de académicos de la lengua, dejan paso a un trabajo mucho más interesante sobre Chile, la orografía que lo convierte en el país más sísmico de la Tierra; el desarrollo de sistemas de protección para unos 80 temblores débiles al día y 45 de gran magnitud en los últimos quinientos años; reflexiones sobre la actuación -entre la solidaridad y el pillaje- de los afectados; o las decisiones políticas para superar la tragedia. Un retrato, en circunstancias extremas, de un país que se esfuerza por superar el pasado pinochetista y liderar la democracia en el cono sur, mientras tiene que luchar contra los elementos.
La eternidad dura dos minutos
(Un niño en un terremoto)
el pájaro adivina
el terremoto.
ANDREU VIDAL
Carolina Roa y Enrique Águila venían del concierto y se acababan de meter en la cama cuando la casa de madera comenzó a agitarse como una batidora. Cogieron a sus cuatro hijos a oscuras (la luz tardaría seis días en volver), los calzaron para que no se cortaran con los vidrios rotos que alfombraban la casa y, sorteando los muebles caídos que les cerraban el paso, salieron a la calle. Desde allí se veía el campus de la universidad, la Facultad de Química estaba en llamas. Los depósitos de nitrógeno de los laboratorios habían comenzado a arder.