Ficha técnica
Título: Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual | Varios Autores | Edición: Gemma Pellicer y Fernando Valls | Editorial: Menoscuarto | Colección: Reloj de Arena 44 | Género: Relatos | ISBN: 978-84-96675-48-3 | Páginas: 624 | Formato: 14 x 21 cm. | PVP: 26,00 € | Publicación: Abril de 2010
Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual
Varios autores
El nuevo siglo nos ha traído, junto con la aceleración de la historia, una nueva hornada de escritores de relatos. Si el cuento español parecía haber gozado hasta hoy de una mala salud de hierro, Internet se ha convertido en uno de sus canales básicos de difusión, permitiéndole llevar una dieta sana y transformándose en su alimento bio, al tiempo que le insuflaba vitalidad y aumentaba su público. Los lectores que se pregunten cómo es el cuento actual en nuestro país pueden encontrar respuesta en las treinta y cinco historias atractivas y amenas aquí recogidas. Esta antología de cuentos de estéticas muy diversas, que van del realismo a lo fantástico, da buena muestra de la ambición y el vigor con los que hoy se cultiva la narrativa breve española.
PÁGINAS DEL LIBRO
Lo que se desarrolla en línea recta
y es predecible, resulta irrelevante.
ELÍAS CANETTI
Los historiadores vienen afirmando que el siglo XX, lo que han denominado el siglo corto, se cerró en 1989 con la caída del muro de Berlín y la desaparición de los regímenes comunistas que formaban el Pacto de Varsovia. En lo que llevamos del siglo XXI parece haberse acelerado la historia: no en vano, se inició con los atentados de Nueva York (2001) y el fin de la guerra de la antigua Yugoslavia (1991-2001), para seguir con la guerra de Irak (2003), los ataques terroristas en Madrid (2004) y Londres (2005), y la crisis económica que estalló en el 2008, poniendo de manifiesto el fracaso del neoliberalismo (el dominio de las finanzas sobre la economía real, según afirma Richard Sennett en El artesano, donde también anuncia el arranque de la desglobalización), y la constatación práctica de las graves consecuencias que está teniendo el cambio climático.
A todo ello, habría que añadir, además, diversos avatares de la historia europea y española: desde nuestros propios conflictos internos, hasta las disensiones habidas en la Unión Europea, con la consiguiente pérdida de influencia en el resto del mundo, y la llegada masiva de emigrantes, sobre todo de África y del Este de Europa, sin olvidar el paro y la pobreza que acarrea; o la corrupción política, económica y moral (Javier Goma aboga, en Ejemplaridad pública, por la recuperación de todas aquellas conquistas que trajo consigo la libertad, empezando por la revalorización de las conductas ejemplares, actitud que debería encabezar el poder), el terrorismo de ETA, la disputa constante y la falta de entendimiento entre los dos partidos mayoritarios, o las insaciables reivindicaciones de las llamadas autonomías históricas.
En otro orden de cosas, habría que considerar el debate generado en torno a la Transición política española, una de cuyas consecuencias ha sido el hecho de cuestionar la legitimidad de la monarquía; el renacimiento del más rancio nacionalcatolicismo; la repercusión de la denominada Ley de la Memoria Histórica, y el relativismo de los valores artísticos en una sociedad que Marc Fumaroli ha definido como de la cultura pizza, en donde la tradición nacional ha dado paso a otra mixta, kitsch, y que Mario Vargas Llosa ha tachado de sociedad «de la frivolidad y del espectáculo».
No habría que olvidar tampoco los importantes cambios que se están produciendo, junto a otros apuntados ya en el horizonte y que parecen avecinarse en el mundo editorial, haciendo especial incidencia en los derechos relativos a la propiedad intelectual a causa de la revolución tecnológica y el asentamiento de Internet, aun cuando todavía no haya tenido repercusiones concretas -dignas de ser tenidas en cuenta- en la creación literaria, aunque sí en su difusión y en los debates en torno a la escritura.
Nos parece que fue Heinrich Heine el primero que, a comienzos de la tercera década del XIX, intentó relacionar los avatares históricos con los culturales y literarios, tras defender una mirada de las artes sobre el presente, como una reacción frente a la fascinación por el pasado que habían mostrado los románticos alemanes. Pero trazar ese tipo de paralelismos ni resultó sencillo entonces, ni ha logrado proporcionar siempre los resultados esperables, sobre todo cuando aún no ha transcurrido el tiempo suficiente -según el prudente lugar común- como para que podamos calibrar, con cierta claridad, la influencia en la vida y en las artes de tan graves acontecimientos. A pesar de todo, la literatura y el cine no han tardado en ocuparse de ellos: en novelas, por ejemplo, de John Updike, Don De Lillo, Ian McEwan, Frédéric Beigbeder, Martin Amis y Lorrie Moore, así como en las lúcidas reflexiones que David Foster Wallace realiza en «La vista desde la casa de la señora Thompson» (Hablemos de langostas, Mondadori, 2007). Tampoco han faltado ficciones en castellano sobre los atentados terroristas de Madrid, a cargo de Luis Mateo Díez, Ricardo Menéndez Salmón o Adolfo García Ortega, por sólo recordar las que nos parecen más notables. En cuanto al cine, se han ocupado de los acontecimientos más recientes películas como Good Bye Lenin, La vida de los otros, Leones por corderos, United 93, En el valle de Elah o En tierra hostil. Pero, en opinión de Menéndez Salmón, quizá haya sido Michel Houellebecq quien, en novelas como Las partículas elementales y La posibilidad de una isla, haya conseguido ahondar con más lucidez en el mundo que nos ha tocado vivir, en los citados textos, esenciales para entender la anomia contemporánea y el todo vale que tanto nos confunde. Este sprint de la historia, por último, ha conducido a algunos ensayistas a hablar del fin de la era de la civilización occidental y del comienzo de un tiempo distinto (Jordi Llovet); de la desaparición del autor y el lector literario, pero no del escritor de superventas, junto con la de la crítica y el sistema de adelanto de derechos para los escritores (Suso de Toro); e incluso se ha llegado a afirmar que estamos inmersos en una Tercera Guerra Mundial (Vicente Verdú). Otros, en cambio, opinan que nada ha cambiado en esencia (Julio Llamazares). En fin, ya se verá.