Ficha técnica
Título: Huérfanos de Sofía. Elogio y defensa de la enseñanza de la filosofía | Varios Autores | Prólogo: Javier Gomá | Introducción y coordinación: Àlex Mumbrú | Editorial: Fórcola | Colección: Señales, 16 | Páginas: 256 | Género: Ensayo | Formato: 13×21 | ISBN: 978-84-15174-93-6| Precio: 19,50 euros
Huérfanos de Sofía
Varios autores
¿Tiene futuro la educación sin la filosofía? ¿Sigue teniendo su lugar en la enseñanza la pregunta por la realidad y el sentido del obrar humano? La recientemente aprobada Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) ningunea el valor de la filosofía. El presente libro desea inscribirse en la marea de escritos y actos públicos que, en defensa de la enseñanza de la filosofía, han incrementado exponencialmente su presencia a raíz del anuncio de esta enésima reforma educativa.
Huérfanos de Sofía denuncia el desamparo institucional a que se encuentra sometido ese «amor al saber» en que consiste la filosofía. Es un ensayo colectivo en el que profesionales del ámbito de la filosofía toman su quehacer cotidiano como atalaya desde la que esbozar la naturaleza del discurso filosófico y, en especial, deliberar sobre la función que le queda reservada en la sociedad contemporánea. Una reflexión surgida por tanto de la experiencia vital de investigadores y docentes provenientes de diversas regiones del ámbito filosófico.
Huérfanos de Sofía propone una reflexión urgente, necesaria e ineludible, marcada por un escenario sociopolítico que, como en muchos otros candentes asuntos, exige un posicionamiento contundente e inequívoco por parte de la comunidad filosófica. Rehúye no obstante tanto el lamento autocomplaciente del sector como cualquier atisbo de una consideración meramente ideológica del valor de la filosofía. Un libro que supone, por tanto, una referencia insoslayable para cualquiera que pretenda decir alguna cosa sobre la supuesta especificidad de la pregunta filosófica, su función social y el papel a desempeñar en nuestro sistema educativo.
«Este libro, que combina diferentes registros ‒académico, divulgador, polémico, confesional, vocacional‒, constituye por sí mismo la mejor prueba del excelente estado de forma de la docencia y la investigación filosófica en España.» Javier Gomá, del Prólogo.
Los trece autores de este libro ejercen el estudio y la docencia de la filosofía, son profesores de instituto y escuela privada, investigadores consagrados, docentes universitarios eméritos y en activo.
«La mejor respuesta que puede darse al para qué estudiar filosofía es, precisamente, para estudiar filosofía. He aquí la grandeza de las disciplinas humanísticas: su autonomía y suficiencia, que las hace no depender de fines ajenos a ellas mismas. En la actualidad, estudiar humanidades es sobre todo un acto político: nada más subversivo que estudiar filosofía, interesarse por la historia del arte, diseccionar una buena obra literaria o esforzarse por dominar el griego o el latín. Hoy lo verdaderamente revolucionario es consagrarse a las humanidades, puesto que difícilmente hallaremos actividad alguna que tope más frontalmente contra aquello que se espera de nosotros.» Àlex Mumbrú
PRÓLOGO
ALGUIEN TIENE QUE HACERSE CARGO DEL «TODO»
Javier Gomá Lanzón
Como suele ocurrir con todas las palabras trascendentes, cargadas de una pluralidad de significados, «cultura» es voz que designa realidades de naturaleza muy heterogénea.
Por un lado, cada uno mira las cosas a partir de una «imagen del mundo», una constelación mental de evidencias simbólicas, inconscientes, históricas y de origen social que vienen adheridas al lenguaje natural y que las personas de una misma comunidad y época comparten en su mayoría. Lo sabido depende de lo consabido, lo que vemos de lo evidente, el juicio del prejuicio, el conocimiento del previo reconocimiento, la ciencia de la creencia. A esta imagen natural del mundo -que no es una comprensión de las cosas sino precisamente su condición de posibilidad- se refiere, por ejemplo, el uso que del término hace la antropología cultural, un uso universal en cuanto concierne a todos los hombres y mujeres sin excepción. Luego está ese otro uso más restringido, limitado a la actividad que sólo una pequeña porción de personas desarrolla, los «artistas», quienes crean obras muy admiradas por la sociedad por su potencia simbólica o significativa pero carentes de una utilidad práctica inmediata y enderezadas derechamente al placer desinteresado y al conocimiento puro. Se trata en este caso de la cultura en grado eminente manifestada en novelas, tratados, sinfonías, cuadros, esculturas o películas.
Para complicar aún más el cuadro, últimamente a los anteriores se ha añadido otro uso en cierta manera espurio: cultura como sinónimo de «industria cultural». La cultura equivaldría aquí al giro comercial de aquellas sociedades mercantiles que operan como intermediarios entre el artista y la sociedad y que siguen no tanto las leyes de la cultura (en el sentido anterior) como las leyes del mercado, siendo la primera de estas leyes la elevación de «lo nuevo» a un valor supremo, pues lo nuevo, presentado bajo una luz seductora, favorece la mayor colocación y venta de productos entre los consumidores al suscitar en éstos el deseo incesante y siempre renovado de adquirirlos.
La voz «filosofía» acusa pareja polisemia o incluso mayor. La imagen natural del mundo antes mencionada es ya una «interpretación filosófica» de la realidad y, en este sentido, la filosofía merece ser considerada un universal antropológico de la misma condición que, por ejemplo, el amor, el dolor, la mortalidad o el arte: siempre que alguien se encuentre con lo humano dotado de los trazos que lo hacen identificable, hallará todo esto, incluyendo esa hermenéutica de la realidad que una conciencia viviente inevitablemente segrega en su contacto con las cosas. Desde esta perspectiva, todos los seres humanos somos nativamente filósofos y no podemos dejar de serlo sin dejar de ser humanos.