Ficha técnica
Título: A través del espejo | Varios Autores | Editorial: Atalanta | Colección: Ars brevis | Formato: 14 x 22 cm. | Presentación: Rústica | Fecha: 2016 | Páginas: 391 | ISBN: 978-84-945231-7-5 | Precio: 25 euros |
A través del espejo
Varios autores
Desde el reflejo de nuestros ancestros en las aguas tranquilas de un lago hasta los primeros azogues de cobre o la imagen que de nuestro propio rostro recibimos a diario, el espejo ha sido siempre un objeto cautivante cuyo poder nos fascina y nos somete. Los espejos deforman e invierten, pero también revelan lo que somos y duplican lo que vemos. La literatura y las diversas mitologías de la Antigüedad nos abrieron puertas a otros mundos como el de Alicia o el escudo contra la Medusa. De la vanidad medieval al autoconocimiento renacentista, de la superstición al infinito establecido entre dos espejos enfrentados, esta antología recorre las luces y sombras de nuestra naturaleza al descubierto.
Ordenada cronológicamente, esta selección de textos, que tiene en cuenta la ficción, el ensayo y otras disciplinas, arranca, tras uno de los Sonetos a Orfeo de Rilke, con el mito de Narciso que Ovidio asentó hace dos mil años. A continuación viene el espejo gnóstico del Himno de la perla, del siglo XI, y un fragmento agorero de las crónicas de Fray Bernardino de Sahagún. Los espejos del romanticismo aparecen representados por dos maestros del relato, E. T. A. Hoffmann y Edgar Allan Poe, además de por la ineludible Blancanieves de los hermanos Grimm. La comicidad de Juan Valera, lo trágico en Lafcadio Hearn y el terror de Edogawa Rampo nos traen reflejos del Japón. Arthur Quiller-Couch precede a narradores de primer orden como Marcel Schwob, Leopoldo Lugones, Giovanni Papini, G. K. Chesterton o H. P. Lovecraft, en una colección que incluye a su vez varias rarezas: el magnífico primer capítulo de la novela El regreso de Walter de la Mare y sugerentes fragmentos de El doble de Otto Rank, El basilisco de Viena de Willy Ley o ese tratado de ciencia ficción antigua que es el texto de Jurgis Baltrušaitis sobre los espejos de Arquímedes. Virginia Woolf, Danilo Kiš, Isaac Bashevis Singer, Goran Petrović y Angela Carter son otras de las grandes voces recogidas sobre el tema. Tampoco podían faltar Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, el genio ciego obsesionado con el misterio «abominable» del reflejo duplicador.
Prólogo
Ver mi rostro
Espejos oscuros
En el Museo de Ciencias Naturales de Madrid hay una sala subterránea que ha sido organizada y arreglada como uno de esos viejos «gabinetes de curiosidades» del siglo XVIII, alma de naturalistas que eran a un tiempo científicos, filósofos y poetas. Hay allí delicadas láminas de pájaros, minerales extraños, cuernos de narval, esqueletos de reptiles exóticos y una vitrina de homenaje a Adán y Eva y donde la serpiente es todavía un pájaro que canta entre las ramas. En una de las paredes del lado sur de la sala, justo encima del celacanto, está el espejo azteca. Siempre que visito el gabinete de curiosidades del viejo museo me acerco al espejo e intento mirarme en él. Pero es inútil, porque apenas devuelve reflejo alguno. Está hecho de obsidiana, una piedra que parece negra pero que es en realidad verde. La obsidiana se encuentra en México por todas partes. Caminando por los campos y eriales que rodean las ruinas de Cuicuilco yo encontré un trozo una vez, tallado como una punta de flecha, me lo guardé en el bolsillo y ése fue el origen de una larga desgracia de la que me costó varios años
librarme.
La obsidiana es una piedra que se deshace en lajas y que no cuesta afilar para fabricar con ella flechas, cuchillos o hachas. Corta entonces como una navaja, pero es en realidad muy frágil, y el choque con una espada de hierro la deshace. ¿Qué podían los cuchillos de obsidiana de los guerreros mexicas contra el acero de Toledo de los conquistadores? Es, sin embargo, una piedra mágica. Cuando yo encontré aquel trozo, mi amigo el chamán (era un chamán, pero como era joven y no era temible y oscuro como otros chamanes más viejos, le llamábamos «el chamanito») me dijo: «Ay, Andresito, ya encontraste tu obsidiana, o mejor dicho ella te encontró a ti; ahora te aferras a ella como si tuvieras un tesoro, y ya tendrás tiempo de descubrir que los objetos de poder son a la larga objetos de esclavitud; la obsidiana te da lo que tú deseas, pero tienes que pagar mucho a cambio y además no dura; úsala mientras te sirva y luego líbrate de ella y aprende a no depender de los objetos de poder». Y así fue. Le pedí algo a la obsidiana, pero no fue un verdadero deseo, sino medio deseo, «for I was young and foolish and now am full of tears».