
Ficha técnica
Título: El cielo llora por mí | Autor: Sergio Ramírez | Editorial: Alfaguara | Colección: Hispánica | Publicación: 04/3/2009 | ISBN: 978-84-204-2273-2 | EAN: 9788420422732 | Precio: 19.50 € | Páginas: 338
El cielo llora por mí
Sergio Ramírez
El inspector Dolores Morales y el subinspector Bert Dixon, antiguos guerrilleros y miembros del Departamento de Narcóticos de la policía nicaragüense, investigan la desaparición de una mujer. Las únicas pistas son un yate abandonado en la costa, sospechoso de transportar drogas, un libro quemado y una camiseta ensangrentada. El caso se agravará tras la aparición de varios cadáveres, entre ellos el del principal testigo.
En una Managua caótica y ardiente los protagonistas tendrán que enfrentarse con valentía y humor, no sólo a los poderosos cárteles de Cali y de Sinaloa, sino a antiguos compañeros de insurrección que se han adaptado mejor a los tiempos y han traicionado sus viejos ideales.
El cielo llora por mí es una novela policíaca narrada con tensión e ironía, una visión ácida de una sociedad en la que las fuerzas del bien son a veces las fuerzas del mal y en la que Sergio Ramírez hace un colorido y esperpéntico retrato de un mundo de narcos, crímenes, corrupciones y abusos de poder.
1. Adiós Reina del Cielo
La ventana de la oficina del inspector Dolores Morales en el tercer piso del edificio de la Policía Nacional en Plaza del Sol, ocupado por la Dirección de Investigación de Drogas, permanecía siempre abierta porque el aparato de aire acondicionado no funcionaba desde hacía siglos. No la cerraba ni cuando llovía, y la cortina de cretona, recogida en un extremo, era un guindajo apelmazado de humedad y polvo.
Aquel edificio, un cubo de aluminio y vidrio que antes de la revolución había sido sede de una compañía de seguros, no tenía más que una novedad, una modesta pirámide de acrílico transparente mandada a colocar en la azotea por el primer comisionado César Augusto Canda, que como afiliado a la Fraternidad Esotérica de los Rosacruces creía en las virtudes del magnetismo biológico. En un rincón de la oficina, bastante lejos del escritorio metálico, brillaba la pantalla de la computadora, que más bien parecía estorbar en la habitación mal provista, y en las paredes colgaban de manera dispersa fotos de mediano formato: una escuadra de guerrilleros flacos, barbudos y mal armados, el inspector Morales uno de ellos; policías de civil alrededor de una mesa en celebración de algún cumpleaños, chocando sus vasos, el inspector Morales también uno de ellos; otra en que recibía la imposición de sus insignias de grado, y otra en la que saludaba al jefe de la DEA para el área de Centroamérica y el Caribe, en visita a Nicaragua.
Se acercó a la ventana con el teléfono portátil pegado al oído. El número seguía ocupado. Abajo, en el patio de estacionamiento, cantaban voces desafinadas entre un reventar de cohetes que estallaban en volutas leves en el cielo. Había pasado el mediodía, y la corona de la Virgen de Fátima relumbraba bajo el sol de la canícula que ya llegaba a su fin, mientras la imagen, en peregrinaje por toda Nicaragua, avanzaba entre dos vallas de policías, el anda adornada con flores de Júpiter en hombros de los oficiales, hombres y mujeres, de la plana mayor. Los sones de la marcha festiva, ejecutada por la banda militar, llegaban distantes, como si el aire cálido los dispersara igual que el humo del incensario que movía lentamente el capellán, voluminoso como un ropero de tres cuerpos bajo su capa pluvial de color violeta con arneses dorados, abriendo paso a la procesión.