
Ficha técnica
Título: El atasco y demás fábulas | Autor: Luis Goytisolo | Editorial: Anagrama | Colección: Narrativas hispánicas | Fecha: may/2016 | Páginas: 184 | ISBN 978-84-339-9812-5 | Precio: 16,90 euros | Ebook:
El atasco y demás fábulas
Luis Goytisolo
Escritas a lo largo de más de cuarenta años, las fábulas reunidas en este volumen carecen de animales, sentimentalismo e intención ejemplarizante. Son, más bien, una serie de apuntes, aforismos o juegos de palabras que, más allá de todo género, sirven al autor como una herramienta de análisis y crítica satírica del mundo contemporáneo.
Con tanto humor como aliento lírico y onírico, siguen siendo absolutamente pertinentes, diríase que cada vez más pertinentes, tanto por la forma como por el contenido.
Así, vemos desfilar textos sobre el poder omnívoro de la publicidad, la degradación autoparódica de los sistemas democráticos, la manipulación del lenguaje, el radical enajenamiento que padece el hombre contemporáneo, la violencia que nace de la pertinaz estupidez humana…
Este experimento surgió como válvula de escape a la presión que suponía para el autor la dedicación a su obra magna Antagonía.
Los dos primeros volúmenes de este proyecto fueron publicados por Anagrama con los títulos Ojos, círculos, búhos y Devoraciones (ambos con ilustraciones de Joan Ponç), en 1970 y 1976, respectivamente, a los que siguen Una sonrisa a través de una lágrima, en 1981, y, ahora, «El atasco», que completa dicho experimento. Uno que recupera aquí toda su vigencia gracias también al prólogo en que Ignacio Echevarría traza una precisa genealogía.
«Luis Goytisolo posee quizá como ningún otro escritor peninsular el don de la transcripción de la estupidez, de lo ridículo o desaforado, la convención vacua o la incoherencia» (Pere Gimferrer).
«Luis Goytisolo -nunca se insistirá en ello lo bastante- tiene un oído tan afinado como el de Flaubert o Musil» (Del prólogo de Ignacio Echevarría).
El atasco
LA CABRIOLA. Como una pastilla de jabón que se escurre entre los dedos o un cochecito de juguete que en plena escapada tropieza con algún obstáculo, así, con igual presteza, el deportivo rojo saltó sobre la valla interpuesta entre uno y otro sentido de la autopista, girando al mismo tiempo sobre sí mismo en una vistosa cabriola. A partir de ahí, una sucesión de encontronazos estrepitosos, chirriantes frenazos y toques de claxon, progresivamente suavizados respecto al punto en que se había producido el accidente. Aquí y allá la gente salía de los coches a echar un vistazo, según el atasco seguía extendiéndose a sus espaldas, más o menos resignados a la realidad de los hechos. Y, de paso, a sacar una foto con el móvil y mandarla, que siempre es un consuelo.
-Turista, ¿no? – le preguntó el conductor del coche contiguo.
-Pues sí. ¿Tengo pinta de serlo?
-Pues sí. Además, estando entre el aeropuerto y la ciudad… Ese retraso le afecta más al taxista que a Vd., ya que no puede cobrarle el tiempo que nos hagan perder. Entre 35 y 55 minutos.
-¿De qué depende?
-Del número de vehículos afectados, algo que no conocemos. Del número de vehículos que tenemos delante, yo calculo que 162, es decir, 54 en filas de a tres, algo que tardarán lo suyo en absorber los cinco primeros semáforos del casco urbano. También dependerá del tráfico que confluya desde otras direcciones, a una hora punta como ésta… Habrá alguna emergencia, partos, por ejemplo, y conflictos de diferente tipo debido a los retrasos ocasionados.
-¿Y tú cómo sabes todo eso? – preguntó el taxista intentando ocultar su mal humor con una sonrisa simpática.
-Es lo mío: aquilatar, justipreciar.
-Vamos, una especie de Mago de Oz – dijo el turista.
-¿Pero el mago de Oz no resulta al final ser un farsante?
-Pudiera ser. La verdad es que no lo he leído. Vi la película pero ya no me acuerdo.
-No, si yo tampoco lo he leído. Ni siquiera el Pulgarcito. Y mira que de crío, a esa edad a la que se empieza a hacer cochinadas, mis compañeros me llamaban «Clitorcito».
-¿Clitorcito? ¿Y eso por qué?
-Mire, si Vd. no lo pilla no voy a ser yo quien se lo explique.