
Ficha técnica
Título: Aventura. Una filosofía nómada | Autor:Rafael Argullol | Editorial: El Acantilado | Género: Ensayo | Páginas: | Fecha de publicación: abril 2008
Aventura. Una filosofía nómada
Rafael Argullol
«Desde la perspectiva histórica de Occidente, el problema de la libertad ha inspirado tanto a filósofos como a teólogos y políticos. Lo encontramos reproducido constantemente en las distintas etapas de su historia: una de las más espectaculares y violentas enmarcó las luchas religiosas en la época del Renacimiento. Pero aunque el tema de la libertad ha sido tratado por muchos de los clásicos de Occidente, y de una manera muy destacada por Calderón de la Barca y por el teatro isabelino, quizá debamos retrotraernos siempre a la tragedia griega, donde alcanza su máximo y, quizá, insuperable desarrollo».
1. El laberinto invisible
Siempre me ha impresionado imaginarme al primer hombre que avanzó hacia el fondo de la cueva para dibujar un signo a través del cual quería preguntar por algo que no tenía respuesta. Desde esta perspectiva, quizá podamos hallar una alternativa a algunas de las definiciones de hombre que se han dado a lo largo de la historia de la cultura si partimos de la base de que la verdadera ruptura ontológica se produce en el momento en que el hombre se hace preguntas sin respuesta. En el momento de su realización, gran parte de lo que actualmente calificamos de «pinturas rupestres» debieron de significar el intento de plantear esos interrogantes. Aunque en algunos casos pudieran tener una utilidad concreta, quizá en otros nos introdujeran ya a esa zona de oscuridad en la cual determinadas preguntas carecen de respuesta.
En ese caso, todo intento del hombre por conocer arrancaría del instante en que surge la cuestión del enigma. A partir de ese punto, los esfuerzos por lograr el conocimiento parecen reproducirse a través de la historia de la humanidad como reflejo de ese gesto original, de un grito, de una experiencia que en cierto modo podemos calificar de inefable. Es como si la humanidad hubiera tejido una tela imperceptible, como si hubiéramos caminado a través de senderos que construían un laberinto invisible en el que se desgranaba esa repetición incesante de preguntas, las cuales, aunque a veces pudieran responderse, inauguraban con cada una de sus respuestas nuevos interrogantes y nuevas incógnitas.
En lugar de acercarme a una noción de sistema, a una construcción acabada y cerrada en sí misma, esta imagen de la posibilidad humana de conocimiento me aproxima más bien a la idea de una estructura abierta, sutil e invisible que podría encontrar muchos correlatos en la historia del arte y de la literatura. Hay uno que me gusta especialmente: el que recordaba el escritor y viajero inglés Bruce Chatwin a propósito de los aborígenes australianos, según el cual estos nativos avanzan a través de sendas desconocidas para los extraños, dibujando un mapa que representaría los trazos de un canto primigenio que se refleja y reproduce a lo largo de los años. No hay caminos tangibles sino intangibles, y sus señales no son visibles sino invisibles, pero todo aquel que se introduce en el saber va reproduciendo los trazos de esa canción originaria.