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Blogs de autor

Una visita inesperada

Por 1 de febrero de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

A menudo los libros atesoran mucho más que su contenido.
El lunes por la tarde pasé a ver a mi hermano que, por motivos tan fortuitos como mi visita, está viviendo en la casa que perteneció a mis padres. Mientras lo esperaba, me dediqué a investigar la extraña yuxtaposición de lo nuevo (el mobiliario de mi hermano, sus efectos personales) con lo viejo: la mesa de estilo del comedor, el aparador que aún protege la clásica vajilla… Terminé enseguida en la habitación del fondo, la primera habitación que tuve en mi vida. Quizás fue la deformación profesional la que me arrastró de narices hasta la biblioteca. Allí quedaba tan sólo una fracción de los libros que alguna vez hubo en la casa (debo haberme llevado la mayoría cuando me fui), pero el par de estantes que seguía lleno tenía más que suficiente para entretenerme. De mi propiedad había poco y nada, apenas los simpáticos libritos que me torturaban cuando aprendía inglés: Professor Boffin’s Umbrella, April Fools’ Day. El resto pertenecía a mi madre.
Revisar esos libros fue como abrir la puerta de su mente. Mi madre fue una mujer inteligente y contradictoria, y esos volúmenes lo expresaban con todas las letras. Estaban las novelas pasatistas de Arthur Hailey y de Guy des Cars, y estaba La Divina Comedia. Estaba el Jesús de Nazareth de Anthony Burguess, y también una antología en inglés de narradores norteamericanos (F.Scott Fitzgerald, Hemingway, Faulkner, McCullers). Estaba Kon Tiki, el relato de Thor Heyerdal sobre su célebre travesía en balsa, y también la biografía de San Martín escrita por Bartolomé Mitre. Había un libro de Hugo Wast, un escritor conocido por sus tendencias fascistas, y también estaba Sudeste, de Haroldo Conti. Todavía recuerdo la impresión que sentí, de adolescente, al entender que mi madre conservaba el libro de un escritor desaparecido: un gesto temerario en una época temible.
Tengo la sensación de que la culpa de mi madre fue abismal al caer la dictadura y difundirse el horrible destino de tantos desaparecidos. Nunca llegamos a hablarlo, pero creo que no se perdonó el no haber entendido a tiempo, y por ende que no se perdonó el no haber hecho algo. Al final hizo algo, aunque nunca tuvo forma de saberlo. Su ejemplar del Nunca más fue mi fuente de consulta cuando escribí El espía del tiempo, Kamchatka y mi nueva novela.
Por supuesto, mi madre tenía muchos más libros, algunos de los cuales llevo conmigo desde hace tiempo. Su ejemplar de David Copperfield, por ejemplo, autografiado con una letra que no le reconozco, por infantil: Alicia Susana Barreiros, 1950. Y el Nunca más, claro. (Este libro dice apenas Susana, ’84, con los trazos fuertes y decididos que yo conocía tan bien.) En ellos, y en la mezcla de best-sellers y de clásicos, en inglés y en español, que todavía subsiste en la vieja biblioteca, reconozco la matriz de mi universo literario.
Recién ahora, al revisar lo ocurrido, se me ocurrió que mi madre había encontrado una forma de hacerse presente en el día de mi cumpleaños. Por la noche me reuní con toda la familia, pero esa tarde, aunque más no fuese por algunos segundos, mi madre se las arregló para adelantárseles en el saludo.
Su ardid me sorprendería, si no estuviese habituado a pensar en mi madre como en una mujer de infinitos recursos.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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