Marcelo Figueras
Estaba leyendo una entrevista a Amy Sherman-Palladino, la creadora de la serie Gilmore Girls. (Una de mis series favoritas, Gilmore Girls. Es esa de la mujer joven, Lorelai, y de su hija adolescente, Rory, de quien Lorelai quedó embarazada cuando ella misma era adolescente, hecho que produjo consternación en sus padres, muy ricos ellos, y que transcurre en un pueblo llamado Stars Hollow lleno de gente más loca que uno. Todos ellos, pero Lorelai en especial, tienen la costumbre de hablar sin parar casi como si no necesitasen respirar mientras lo hacen, a veces parecen marcianos, podría ser una excelente explicación para todo lo ocurrido en estos años: Lorelai es de otro planeta y Stars Hollow es una colonia alienígena, Gilmore Girls es en realidad la continuación de The X Files. The G Files! Lo cual me recuerda que sería hora de terminar esta digresión, porque este párrafo ya se está pareciendo a una escena de Gilmore Girls.)
Sherman-Palladino, que se alejó de la serie después de varias, exitosas temporadas (lo cual equivale a dar a tu hijo en adopción a los 33 años), decía que le aprobaron la realización de una nueva serie, y que esta vez va a hacer un sitcom. ¿Están familiarizados con el concepto de sitcom? Comedia de 30 minutos, realizada en estudio, grabada de manera simultánea por varias cámaras –como si fuese a ser emitida en vivo- y en presencia de un público que atiende desde una suerte de platea y produce esas risas que se escuchan de fondo en la banda sonora. (Banda que a menudo está mezclada con risas pregrabadas, como nos reveló Woody Allen en una de sus películas de la época en que valían la pena.) La idea de Sherman-Palladino haciendo un sitcom es atractiva, aunque tiene sus riesgos. Los personajes de Amy tienden a hablar sin parar, como ya dije, y en los sitcoms los personajes deben hacer puntos y aparte todo el tiempo para dar espacio a las risas de la gente. De cualquier forma, Sherman-Palladino ya parece haber pensado en el asunto. Durante la entrevista decía, bromeando, que en lugar de los habituales carteles con los que se insta al público a reír en el lugar esperado va a enseñar otros que digan Shush!
La cuestión es que me quedé pensando hace cuánto que no veo un sitcom (debería decir más bien “una” sitcom, porque la palabra apocopa la expresión situation comedy, o sea comedia de situaciones) que valga la pena. He husmeado The New Adventures of Old Christine, porque está Julia Louis-Dreyfuss y tenía la esperanza de revivir aunque más no fuese de manera vicaria la gloria de lo que fue Seinfeld: no está mal, pero tampoco es particularmente memorable. He husmeado la nueva de Brad Garrett, pero me pareció estar viendo un capítulo flojo de Everybody Loves Raymond. He husmeado The Class porque la vendían como “la nueva producción de los creadores de Friends”, pero me quedo con su vieja producción. Debe ser difícil darle aire nuevo a un género tan hecho y a la vez tan rígido en sus condiciones de producción, pero a fin de cuentas se trata tan sólo de comportarse de manera irreverente con alguna de esas condiciones, como lo han hecho en los últimos años Sex & the City, My name is Earl, Entourage o Curb Your Enthusiasm. Todas estas se olvidan del estudio y del público y de las risas pregrabadas y sacan la cámara a las calles, permitiendo que la vida misma enriquezca el formato. Pero de todas maneras me gustaría encontrar una sitcom a la vieja usanza que valiese la pena.
Aquí en la Argentina se le dice sitcom a cualquier cosa. Y desde que compraron los derechos de sitcoms ya hechos, como The Nanny y Married with Children, para reproducirlos a la criolla, mucho peor. La niñera era una traducción aguachenta del original, cuyo énfasis estaba puesto en “argentinizar” los chistes en lugar de pulir su idioma para que conservasen el ritmo de látigo de los originales. (Hacer una buena sitcom en español sería difícil por cuestiones idiomáticas, el género requiere intercambio de chistes como ametralladora y en español lo decimos todo de manera más larga y más imprecisa. Pero como verán, se trata de una dificultad que se resolvería tan sólo con buenos guionistas, a los que además habría que eximir de la obligación de producir cinco capítulos semanales –las sitcoms se producen con equipos de guionistas, que sólo entregan un capítulo semanal.) Casados con hijos también comenzó como traducción, pero al poco tiempo se olvidaron de los guiones originales y dejaron improvisar a los actores Guillermo Francella y Florencia Peña. ¿El resultado? Típica comedia costumbrista argentina, elemental y guaranga pero eso sí: con envase importado.
Habrá que esperar a que Amy Sherman-Palladino haga de las suyas. Todas mis fichas están puestas en ella, la gran esperanza blanca del género.