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Titanes en el ring

Por 11 de abril de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

La película que alquilé el otro día, cuando 88 minutes no estaba, fue una que quería ver hace tiempo. Se llama Half Nelson, la dirigió Ryan Fleck y está protagonizada por uno de los mejores actores de hoy, Ryan Gosling. Si digo que es de una de esas películas con profesores que enseñan a sus alumnos a apuntar más alto en la vida, me van a mirar con cara de desconfianza. Pero si agrego que a poco de empezado el relato, una de las alumnas pesca al profesor Daniel Dunn (o sea Gosling) intoxicado dentro de un baño a causa del crack que acaba de fumarse, la percepción seguramente cambiará. Esto no es Adiós, Mr. Chips ni La sociedad de los poetas muertos. Aquí no hay epifanías de trazo grueso ni momentos melodramáticos. Lo cual, por cierto, no significa que Half Nelson no hable a su manera de la necesidad de obtener algo parecido a la esperanza.

  La escuela en la que Dunn enseña queda en una de las zonas más humildes de Brooklyn. Drey (Shareeka Epps), la alumna que lo descubre, tiene un padre que no se hace cargo de ella, una madre que trabaja demasiado y un hermano menor en prisión. A pesar de que apenas ha entrado en la adolescencia, la vida ya le ha aplicado a Drey una media nelson, una de esas presas de lucha libre que lo ponen a uno contra el suelo, con un brazo retorcido a la espalda. ¿Cuáles son sus posibilidades reales de elevarse por encima de su circunstancia, de vivir una vida mejor que la de aquellos que la rodean? Lo más parecido a una perspectiva de futuro que posee es la que le otorga Frank (Anthony Mackie), el dealer que inició en su momento a su hermano y que ahora la apadrina para que se convierta en delivery girl.

Dunn parece haber tenido mejor suerte. Sus padres han militado en la izquierda durante los 60 (Dunn trata de ser amable con su madre concediéndole que ellos “frenaron una guerra”), lo cual le ha permitido criarse en un ambiente iluminado. Es fácil imaginarse que Dunn ha visto una y mil veces el reel documental que les pasa a sus alumnos en la escuela, en el que Mario Savio, que en 1964 era estudiante de la Universidad de Berkeley y líder del Free Speech Movement, dice: “Llega un tiempo en que la operación de la maquinaria se vuelve tan odiosa, enfermándonos tanto, que ya no podemos seguir formando parte de ella; ni siquiera podemos formar parte de manera pasiva, por lo cual no nos queda otra que arrojar nuestros cuerpos entre las ruedas, sobre las palancas, sobre el aparato, para hacer que se detenga de una vez”. Si los padres de Dunn hicieron caso al consejo de Savio, es obvio que la maquinaria los ha triturado. Hoy son cincuentones que beben demasiado, y que hasta se permiten expresar prejuicios que no hubiesen desentonado en boca de sus propios padres. Su enfermedad es la desilusión, y cuando los vemos resulta evidente que hace tiempo que han comenzado a automedicarse. Como Daniel Dunn, sin ir más lejos.

El profesor Dunn también ha sido tumbado por una media nelson. Querría cambiar las cosas, pero sabe que es el menos indicado para hacerlo. ¿Qué autoridad moral lo asiste para recomendarle a Drey que no caiga en la droga, cuando él mismo es víctima de una adicción que le resulta imprescindible para tolerar su existencia cotidiana? Half Nelson habla sobre males endémicos de nuestras sociedades, a la vez que escapa sabiamente de los lugares comunes. Nadie encontrará en la película respuestas predigeridas, ni resoluciones tranquilizadoras. Como Dunn dice, estos son problemas que nadie puede arreglar solo. La alegría serena que Half Nelson transmite se la debe al aprendizaje elemental que obtienen tanto profesor como alumna: el descubrimiento de que, al contar el uno con la otra y viceversa, han dejado de estar solos.

Lo cual, al menos en mi entender, es el comienzo de toda esperanza.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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