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Sobre las polémicas inútiles

Por 10 de mayo de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

En estos días he oído varias veces la pregunta, en distintos lugares y con protagonistas por completo diferentes: “¿Y vos, qué ves: Montecristo o Tinelli?” La opción se refiere a los dos programas televisivos que se disputan el horario de las diez de la noche en la Argentina, una versión del clásico de Dumas convertida en teleteatro (pobre Alexandre, los crímenes que se perpetran en su nombre) y un programa de variedades que incluye concursos de famosos que bailan, chicas pulposas que tiran al aro de basket y competencias que desafían a hacer cosas temerarias o simplemente asquerosas –rescatar una llave con los dientes de una tina llena de ratas, por ejemplo. Lo que me sorprendió de la pregunta repetida no fue tanto su insistencia en ignorar la posible existencia de una tercera opción (también existimos los que no vemos ninguna de esas cosas, a Dios gracias), sino el fervor casi deportivo con que se formulaba. ¿Por qué será que tenemos esa tendencia a convertirlo todo en una competencia en la que estamos conminados a tomar partido? Uruguay versus Argentina en el tema de las papeleras. Brasil versus Argentina en materia de fútbol. Vanguardia versus mainstream. Tom Cruise sí o Tom Cruise no. (Misión Imposible III es una peli entretenida, dicho sea de paso, merced al oficio del director-guionista J. J. Abrams y de actores como Philip Seymour Hoffman.) Romanticismo versus clasicismo. Piqueteros sí o piqueteros no. Prohibición de fumar o permiso para fumar. ¿ETA sí o ETA no? ¿Estamos con Evo o contra Evo? La lista puede ser interminable. Sobre todo tenemos opinión y estamos dispuestos a expresarla.

Los medios fogonean las polémicas, pero no las inventan. La necesidad de convertirlo todo en un planteo dicotómico que esconde una competencia es parte de nuestra cultura. Necesitamos competir, necesitamos sentir que podemos ganar. Y cuando una de estas pequeñas competencias se resuelve o agota, surgen mil más para reemplazarla y alentar las conversaciones de los bares y de los pasillos de la oficina.

Siempre me gustó la teoría de Konrad Lorenz que atribuye nuestra violencia al miedo que padeció la especie durante sus primeros milenios, cuando éramos poco más que monos lampiños sin garras ni colmillos, víctimas predilectas de todo tipo de predadores. Con el tiempo el hombre comprendió que al destruir aquello que temía, el miedo se transformaba en adrenalina, en goce, en satisfacción. Y entendió también que organizándose podía destruir con mayor efectividad. En este sentido no hemos cambiado mucho: seguimos siendo monos lampiños que viven atemorizados, y ante la presencia de lo que nos amenaza (que a menudo es simplemente otro, o lo otro: un comunista chino, un árabe islámico) nuestro primer impulso sigue siendo el de atacar.   

Por eso imagino que estas polémicas diarias son una forma socialmente aceptada de canalizar nuestro impulso agresivo, la necesidad de que nuestra tribu se imponga por encima de la otra. Lo malo es que para canalizar ese impulso se inventen todo el tiempo falsas polémicas, falsos enfrentamientos. Y que la energía que aplicamos en defender nuestro bando y atacar al otro se la restemos a nuestro compromiso con causas que sí son importantes, a problemas que son reales, a cuestiones que requerirían de nuestra atención de manera urgente. Porque este mundo es único, hasta donde sé, y carece de repuestos.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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