Marcelo Figueras
Cualquiera que visitase hoy la Argentina, o viese sus canales de TV abierta a la distancia, diría que el tema más acuciante del país es la inseguridad. Y no hablo de la inseguridad económica que padece el resto del planeta: me refiero a la inseguridad física a manos de ladrones y asesinos, de conductores irresponsables, de ciudadanos que discuten pavadas y sacan a relucir armas con las que terminan matando niños que pasaban por ahí.
Desde mi sillón, mi ventana y mis excursiones a la calle, la visión es distinta. Yo no siento que haya más delitos profesionales –por llamarlos de alguna manera, ya que muchos son cometidos por muchachos que se inician o que roban para pagarse otra pipa de paco- que hace un mes o un año. Siento, más bien, que se está haciendo un uso político del asunto por vía de los medios. ¿Y quiénes son los voceros de esta nueva indignación? Las estrellas de la TV. Al exabrupto de Susana Giménez del que hablé aquí días atrás (‘Los que matan tienen que morir. ¡Y basta de derechos humanos y esas estupideces!’) se sumaron declaraciones de otra de nuestras divas de cabotaje, la señora Moria Casán. Si en más de una oportunidad esta vedette defendió lo actuado por la dictadura militar, ¿cómo no iba a asomar ahora reclamando mano dura?
Una cadena de mails que me hicieron llegar decía algo muy cierto: nadie oyó alzar la voz a Susana Giménez durante la dictadura, cuando asesinaban gente de a miles, para proclamar el que mata tiene que morir.
El último en sumarse al clamor fue Marcelo Tinelli, el hombre-ráting de la TV argentina, un título que reivindicó en los últimos años conduciendo una versión de Dancing with the stars que para ser precisos debería llamarse Mostrando el culo de las estrellas. Tinelli protesta porque se ve obligado a vivir encerrado en un country, como se les llama aquí a los barrios privados con vigilancia y muros perimetrales. Y dice tener miedo, porque ‘hoy te matan por el pancho y la Coca’.
Yo entiendo que esta gente se sienta insegura. Todos aquellos que son millonarios en una sociedad injusta como la nuestra van a sentirse inseguros, de manera inexorable. Si uno fuese millonario en un país de millonarios, no temería un atraco. Pero ser rico en un país de hambre y esclavitud económica es un peligro, claro. El que tiene mucho en el país de los que no tienen siempre será un blanco móvil. Y más aun si labró su fortuna mostrándose en la TV, con concursos telefónicos, abundancia de siliconas y humor chabacano que le permitieron convertirse en figura popular e imán para los anunciantes. Lo cual no deja de ser una paradoja: se hicieron millonarios gracias a la gente que gana dos pesos por día y agradece un poco de diversión descerebrada al terminar el (duro) día. ¡Y ahora las estrellas de TV empezaron a temerle a aquellos que hasta ayer eran parte de su público!
En fin, siempre hay cosas que se pueden hacer. Esta gente podría utilizar su fortuna para contribuir a la eliminación de la pobreza que genera violencia. Y si no, cabe la posibilidad de que se suban a un avión y se vayan a vivir a un sitio más seguro. No me veo extrañándolos, por cierto.