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Pequeñas Joyas de la Imbecilidad Humana

Por 25 de agosto de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Esto ya es vox populi: después de recibir quejas de parte de un televidente, el ente británico regulador de los medios de comunicación –llamado Ofcom- decidió censurar dos episodios del dibujo animado Tom & Jerry, Texas Tom y Tennis Chumps, en los que se mostraba a los personajes fumando. Según Ofcom, la empresa Turner Broadcasting, dueña de la licencia sobre Tom & Jerry, propuso “editar cualquier escena o referencia que en la serie parezca condonar, aceptar o glamorizar el acto de fumar”. Escenas en las que se fuma también serán censuradas en Los Picapiedras y Scooby-Doo.

A mí esto me parece un disparate, qué quieren que les diga. Los padres que se quejan y las empresas que mutilan films, con la excusa de proteger la salud de los niños e impedir que la imitación los conduzca al tabaquismo, son tan sólo otra muestra de cuán profundamente está arraigada la imbecilidad en el espíritu humano. ¿Les parece preocupante que los chicos imiten al gato Tom en su vicio de fumar, pero encuentran natural que el perro y el gato se ataquen a cada minuto con waffleras de hierro, bates de béisbol y pianos de cola? En todo caso, si de algo deberíamos proteger a nuestros pequeños sería de la presentación de la violencia como la cosa más natural del mundo. Pero en ese caso deberíamos prohibirles la mayor parte de las series, de las películas y ni hablar de los noticieros.

Este sendero de la imbecilidad es preocupante, en la medida en que sienta un precedente sin retorno. ¿Vamos a revisar ahora la historia del cine y de la televisión, para censurar todo lo que nos parezca políticamente incorrecto? En la columna que escribió para Entertainment Weekly, Dalton Ross menciona un ejemplo de arte elevado (El nacimiento de una nación, de D. W. Griffith) y otro de arte popular (el serial televisivo de Batman que data de 1943) en los que el racismo de sus protagonistas, hacia los negros en un caso y hacia los japoneses en otro, es rampante. ¿Deberíamos expurgar a Griffith y cortar de este Batman hecho en tiempos de guerra toda referencia despectiva hacia los “ojos rasgados”? ¿No son estos relatos una muestra de su tiempo y de la circunstancia en que fueron concebidos, objetos históricos al igual que lo es la Piedra de Rosetta, y merecedores por ende de respeto a su integridad?

Aquí en la Argentina sabemos bien lo que ocurre cuando se trata de corregir la historia retroactivamente. A mediados de los 80, poco después de caída la dictadura, hice un informe para un programa de TV sobre la censura al cine en tiempos militares. Las flamantes autoridades democráticas me abrieron el sótano del Instituto del Cine en que habían quedado las tiras cortadas por los censores de las películas originales: kilómetros y kilómetros de celuloide. Lo llamativo es que estos censores no sólo se habían ocupado de tijeretear las películas del presente (recuerdo que habían cortado ¡cuarenta y cinco minutos! de Bound for Glory, la película sobre el cantante folk Woody Guthrie), sino que se habían tomado el trabajo de cortar hacia atrás: habían mutilado casi la mitad de El acorazado Potemkin, el clásico de Eisenstein. Desde entonces lo tengo más que claro: desconfíen de todo el que altera una obra de arte escudándose en sus presuntas buenas intenciones. Detrás de ese comisario ideológico siempre hay un fascista a punto de enseñar las garras –y el padre que emitió la queja contra Tom & Jerry, ustedes disculpen, tiene alma de Duce.

También pensaba en la gente con alma de Duce cuando leí las últimas noticias sobre L. M. R., esta chica discapacitada, violada y embarazada sobre la que hablé aquí mismo hace pocos días. La Justicia, la casta médica y los grupos católicos hicieron lo imposible para impedirle abortar, pero al fin apareció un profesional que practicó la intervención. La gente que trata a diario a L. M. R., que además es menor de edad, dice que ha vuelto a sonreír y a jugar, que es lo que corresponde a su edad mental de ocho años. La chica ha salido relativamente bien parada de la terrible experiencia vivida (¿quién podrá quitarle el mal trago de la violación?), pero ahora existe otra chica en condiciones similares: menor de edad, discapacitada y embarazada mediante violencia, con el agravante de que ingiere a diario medicación que malformaría al feto. La Brigada de Imposibilitadores volvió a actuar con el pretexto de una piedad religiosa que apenas esconde su tradicional furia: acudieron a la Justicia, y al verse frustrados empezaron a amenazar por teléfono a los médicos y obligaron a evacuar un hospital por amenaza de bomba. Linda gente ésta, que dice defender la vida y amenaza con volar un hospital.

A veces creo que la compasión debería convertirse en una materia escolar, porque es evidente que el género humano no está del todo preparado para ejercerla naturalmente.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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