
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
¡Volvió Lost! Fueron dos horas sentado al borde de la silla, con toda mi atención puesta en las (decididamente) interminables vueltas de tuerca del argumento. Para ser sincero, nunca pensé que J. J. Abrams, Damon Lindelof, Carlton Cuse y el resto de los productores encontrarían una explicación satisfactoria para ese asunto de la isla que desaparece. Pero la analogía que compara la isla a un disco de vinilo que salta entre surcos, en este caso temporales, es cuanto menos estimulante para el pensamiento. Siempre he sido devoto de las ficciones que me ayudan a pensar en la (inasible) naturaleza del tiempo…
Suelo pensar que el final de la serie –la sexta y última temporada concluirá en el año 2010- será decepcionante de manera inevitable, por cuanto es casi imposible que una explicación esté a la altura de los misterios hilados durante cinco años. Pero aun así me sacaré el sombrero ante Abrams & Co. Como narrador, no puedo menos que admirar el arte con que me han hipnotizado durante todos estos años. La forma en que han sostenido ese ritmo de crear cinco nuevas incógnitas por cada misterio revelado es simplemente magistral.
Los mejores relatos de suspenso nos invitan a reverlos apenas terminados, para disfrutar de cada escena como si fuese nueva, una vez que nos sabemos en posesión de todos sus secretos. Ya me veo tragándome las seis temporadas de un tirón en algún momento del año 2010 (mi disco temporal ha pegado un salto), disfrutando como loco de la narración precisamente porque los hilos de los titiriteros quedaron ya a la vista.