Marcelo Figueras
¿Cómo eligen ustedes los libros que compran? Me quedé pensando en el asunto después de haber relatado cómo fue que me decidí por el de Coetzee… Quiero decir, supongo que todos entramos en la librería con una vaga intención: nombres que llevamos anotados en la lista mental del debería o del me gustaría, recuerdos de algún artículo que despertó nuestro interés, temas que inspiran interés o curiosidad, memoria de la lista de best-sellers, recomendaciones que nos hizo alguien de confianza… La pregunta es: ¿qué resulta más determinante? ¿El peso del deber -esa cuestión del leer lo que hay que leer y cuando hay que leerlo, a la manera del ínclito Bermejo Suárez- o la inspiración del momento?
Cuando era más joven me entregaba a las arideces del deber. Así compré docenas de libros que me torturaron y nunca terminé, por cada uno de la lista -del Canon, diría el viejo Harold- al que sinceramente conseguí sacarle el jugo -lo cual supone, de manera inevitable, disfrutar.
Desde entonces me dejo llevar por la intuición y la necesidad. La necesidad tiene que ver con las ficciones que escribo, que me fuerzan a leer muchos libros en busca de información. (Como ya dije alguna vez aquí mismo, a veces pienso que escribo novelas para inventarme excusas que me permitan leer libros que de otra manera nunca leería. Si así no fuese, no sé si viajaría en el metro leyendo The History of the Kings of Britain de Geoffrey of Monmouth.) La intuición, en cambio, funciona como la improvisación musical. Muchas veces entro en una librería sin la menor intención de llevarme nada. Pero me encuentro con libros -con títulos, con tapas- que proponen un tema, una sensación, o reavivan viejos fuegos, y me dejo llevar. El espíritu sabe lo que quiere, lo que busca, aun cuando nosotros no.
Eso sí: sea el libro que sea, debe sortear la prueba de las primeras páginas. Aunque se trate de un premio Nobel, tiene que tolerar que lea de parado el comienzo de la historia. Y si en esa instancia no me produce nada, el libro regresa a su estante y si te he visto no me acuerdo.
Las primeras páginas son la invitación que hace el escritor para que entremos a su casa (ficticia). Y si bien existen milllones de comienzos sin gracia ni interés alguno, o formulados a desgano -como si el escritor en realidad no quisiese invitar a nadie a jugar, buey que prefiere lamerse solo-, hay comienzos de novelas que son invitaciones indeclinables. ¿Recuerdan alguno que los haya marcado? La seguimos mañana…