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La leche derramada y la sangre también

Por 31 de enero de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

La visión de Munich, la nueva película de Steven Spielberg, despierta ecos nuevos a la luz de lo que ocurre en Palestina desde el triunfo de Hamás en las elecciones. Algunas de sus escenas promueven ahora un humor involuntario. En la secuencia final, por ejemplo, un operador del Mossad arguye que el hecho de que un hombre reclute gente para Al Fatah es motivo suficiente para mandarlo matar; esto que describo tiene lugar en 1973. En febrero de 2006, ese mismo operador daría cualquier cosa por devolverle la v
ida al hombre de Al Fatah a quien dictó sentencia de muerte, porque hoy sería considerado un moderado, y por ende un aliado posible. Lo cual equivaldría, para emplear una imagen propia de la película, a llorar sobre la leche derramada.
La película me conmovió. La vi dos veces en el fin de semana. Asistí con la mejor de las expectativas, me parecía loable que Spielberg se corriese de ese lugar tan blando y tan seguro que ocupa en el establishment para arriesgarse a recibir pedradas de ambos bandos: yo no dudo de sus buenas intenciones, y además la presencia de Tony Kushner como co-guionista (Kushner es el autor de esa magnífica obra teatral llamada Angels in America) me garantizaba que Munich no respondería al catequismo anti-terrorista de la administración Bush.
Quizás lo mejor que puedo decir de Munich es que encontré en ella el escenario que vi durante mi propia visita al terreno. En la certeza inquebrantable de la madre de Avner, que es capaz de mirar con ojos claros y de sonreír mientras dice que la existencia de Israel lo justifica todo (y cuando dice todo, quiere decir todo), recordé el testimonio de mucha gente con la que hablé; algunos de ellos eran argentinos que vivían en Jerusalén. En el fervor de Alí, que aunque sabe que tiene todas las de perder entiende que sus hijos tendrán hijos que también batallarán, recordé la convicción de muchos palestinos. Por supuesto, Spielberg y Kushner y el otro co-guionista, Eric Roth, no disimulan que miran desde el prisma de los agentes israelíes, pero esto no molesta en el contexto de Munich porque lo que está en cuestión no es la motivación de los terroristas, sino la de aquellos que responden a los actos terroristas con los mismos medios ilegales.
Lo que Avner (Eric Bana) se pregunta es si el apelativo de terrorista le cabe tan sólo al que golpea primero; y si la dialéctica que propone la Ley del Talión produce otra cosa que no sea más sangre, y un ruido destinado a ahogar el sonido de las voces que llaman al raciocinio y la concordia. Avner empieza a sospechar, como tantos estadounidenses en estos días, que los motivos que explican las acciones de sus líderes están muy lejos de ser los expresados; volvería a sospecharlo hoy, ante la victoria electoral de Hamás. El Estado israelí y la política de Washington han abusado del argumento de la falta de transparencia democrática para negar entidad al reclamo palestino, y ahora que los resultados de la elección democrática no les gustan (aunque sean en buena medida la consecuencia directa de sus actos), no saben cómo disimular su hipocresía. En cualquier momento parafrasearán al Orwell de Rebelión en la granja, arguyendo que todas las democracias son iguales, pero algunas son más iguales que otras.
Como argentino, no puedo más que sentir escalofríos ante los Estados que niegan la existencia a algunos de sus ciudadanos, tanto al desconocer sus derechos más elementales como al hacerlos objeto de agresión física; la experiencia de los 70 sigue siendo vívida en mi corazón. Tampoco puedo evitar mi rechazo visceral a toda forma de violencia. Recuerdo cuando, en pleno estallido de la última Intifada, tuve el atrevimiento de preguntarle a un hombre de la Red Crescent (la versión palestina de la Cruz Roja), por qué los políticos e intelectuales palestinos no lideraban una ofensiva no violenta, más gandhiana, que hiciese incuestionable la justicia de sus reclamos. Con paciencia de santo, el hombre dejó de mostrarme las esquirlas de armamento prohibido que extraían a diario de los cuerpos y me respondió: “Porque están todos presos o muertos”.
Valoro a Munich como una voz que apela a lo mejor del ser humano, entre tanto grito que clama por venganza. Mi hija más pequeña lloró al terminar la película y yo lloro ahora, recordando a aquella gente maravillosa; me pregunto si todavía estarán bien, si no habrán pasado a engrosar la lista de tanta vida y tanta belleza desperdiciada. Sueño con vivir lo suficiente para llevar a mi familia a una Jerusalén recuperada para la humanidad toda, como Capital Mundial de la Paz; y visitar mezquita, iglesia y sinagoga para saludar a un dios al que, ¡por fin!, le ha salido algo bien. Mi sueño es alocado, lo tengo claro, pero no por ello es menos necesario.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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