Jean-François Fogel
Leo Adiós Mariquita Linda de Pedro Lemebel (editorial Sudamericana, Señales) y me impresiona el verdadero gueto donde vive el autor por ser “marucho” de la especie de las “mariquitas”. Su mundo homosexual es tan cerrado que entrega un glosario al final de su obra para ayudar al lector despistado por “marucho” u otra palabra de su jerga homosexual. Claro que no sabía (uno no puedo saber todo) que “mamao beat-box” es “un acompañamiento musical realizado por los raperos donde el micrófono es reemplazado por el falo”. Pero al contrario, lo que entendí desde la primera línea es que Pedro Lemebel es un escritor.
Sus descripciones de caminatas a través de Santiago de Chile, sus relatos de momentos difíciles en Perú son suntuosos bocetos, tal como los bocetos, dibujos hechos con lápiz y papel, que reproduce en su libro. Lemebel, que no conocía hasta leerle, que aparentemente hizo su libro con pedacitos de lo que publicó allá y allí, camina con talento en una tierra de amores malditos y de sabor poético (“…solo conocí el mar, la otra parte son aguas que te seducen en un vértigo de miradas o palabras de un joven poeta…”). El libro no se parece a nada pero da todo, hasta el relato de una noche de amor no cumplido con un homosexual enfermo de sida en Cuba. En una isla que creó el concepto del sidatorium para encarcelar hasta a sus pacientes potenciales (que llevan el virus sin que se manifieste la enfermedad); son encuentros con prófugos que huyen de una cárcel pero llevan su verdugo por dentro. Encuentros con seres inalcanzables, lo viví hace años, y que te dejan una amargura para siempre.
Pero con Lemebel, no sé por qué, aquel encuentro es más bien un momento de gracia. Todo lo que escribe sobre Cuba en su libro es excelente, gracioso. Me acuerdo que en Cuba a los mariquitas les dicen mariposas. Lemebel escribe como vuela una mariposa. Hasta tal punto que me llevó a buscar el famoso poema “Son de negros en Cuba” que Federico García Lorca dedicó a Fernando Ortiz para entregar un son a la isla. ¿Era tan bueno como lo recordaba? Sí. Gracia intacta; gracias a Lemebel por llevarme a releer lo que da un sol para todo el día:
«Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña,
Iré a Santiago«.
Lemebel fue a Cuba, y para parodiar la frase clásica de los machistas de la isla, es un escritor que tiene lo que hay que tener.