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Jesús Jones

Por 21 de marzo de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Rickie Lee Jones es un caso extraño. A lo largo de una carrera que se aproxima a los treinta años de duración, lo ha probado casi todo: ha sido cantante bohemia, intérprete de standards de jazz y musa experimental (por ejemplo en Ghostyhead, de 1997), desorientando a los críticos que prefieren artistas que resulten fáciles de categorizar. La última obra suya que había asomado en las pantallas de mi radar fue The Evening of My Best Day, que la mostraba en gran forma y me pareció uno de los mejores discos del año 2003. En el medio me perdí The Duchess of Coolsville, pero cuando me enteré que su disco nuevo, The Sermon on Exposition Boulevard, estaba inspirado en una reciente traducción de los dichos de Jesús al inglés contemporáneo, no pude evitar la tentación. (Nota al margen: ¿por qué solemos asociar la tentación a la debilidad, o a la comisión de un hecho equívoco? ¿Por qué no podemos, por ejemplo, sentir la tentación de hacer el bien, o de sucumbir a nuestros mejores instintos?)

Así que me compré este Sermón. Que, fiel a la naturaleza esquiva de Rickie Lee, no tiene nada de moralizante ni habla desde el orgullo de los elegidos. En todo caso, su planteo está expresado en un verso de la canción Where I Like It Best: “¿Cómo rezar en un mundo como éste?” Rickie Lee Jones trató de responder a esa pregunta con música. Se encerró con un grupo de amigos en el estudio del artista Marc Chiat en Culver City, California, con un ejemplar de esa traducción de los Evangelios (que se llama The Words y fue editada por su también amigo Lee Cantelon), y se puso a trabajar “en el espíritu de comunidad y colaboración que parecía manar del texto mismo”. Muchas de las canciones que resultaron de ese encuentro fueron improvisadas, como Nobody Knows My Name, que abre el álbum, y I Was There, que lo cierra. (“Aceptá mi consejo: nunca se vuelve más fácil… ¿Dónde estuviste, que no sabés lo que ha estado ocurriendo aquí, en Jerusalén?) Las canciones se suceden como plegarias laicas registradas en lo-fi, una crudeza que le sienta bien tanto a las melodías delicadas como a la propulsión casi punk que asoma aquí y allá, con Rickie Lee y su voz intemporal –todavía hoy suena como una adolescente- guiándonos como un Virgilio moderno en esta Commedia de nunca acabar.   

Gethsemane es una aproximación a la naturaleza del Jesús que se sabe en vísperas de su muerte: “No hay milagro que te devuelva a casa, y le llorás al Dios que te dejó ahí, a la rama, al pájaro y al aire vacío, al Dios del porqué-no-podemos-dar-la-media-vuelta-e-irnos”. Rickie Lee no canta desde la seguridad de las respuestas sino desde la precariedad de quien vive en la tormenta. “Me pregunto por qué existe tanto sufrimiento,” dice en Where I Like It Best. Y en It Hurts confiesa no estar al margen de ese padecimiento: “Duele estar aquí,” canta, sin que su voz haga esfuerzo alguno por disimularlo. Todos los tiempos han sido difíciles, pero el que nos tocó en suerte se lleva la palma: “Ahora estamos viviendo con los romanos”, sugiere en Falling Up.

En todo caso, The Sermon on Exposition Boulevard conmueve por su decisión de permanecer fiel a sus mejores instintos en un mundo que pregona la conveniencia de lo peor, y aun cuando no existe garantía de que esa fidelidad a la voz buena que nos resuena adentro no sea una locura –la clase de locura que durante siglos se denominó fe. El disco vale por sí mismo, y a la vez es una puerta a la traducción de Lee Cantelon, que también puede hallarse en español en www.thewords.com. Si se sienten en condiciones de leer sin las anteojeras de los prejuicios, échenle un (nuevo) vistazo a esas palabras. No puedo asegurar que el tal Jesús las haya dicho alguna vez, ni quién puede haberlo inspirado en caso de haberlas pronunciado, y tampoco puedo jurar que la traducción sea correcta. Todo lo que estoy en condiciones de decir es que cuando las oigo o las leo, suenan en mi corazón como música, o mejor dicho: hacen que mi corazón resuene, con una música que parece guardada allí adentro desde el comienzo de los tiempos.

Aprende a practicar el perdón, y tu vida estará llena de piedad y de gracia. Ama a tu prójimo como a ti mismo.

He ahí tentaciones en las que deberíamos caer.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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