Marcelo Figueras
En su edición dominical, el New York Times informaba de la tendencia de las editoriales de comics más populares (DC, la de Batman y Superman, y Marvel, la de Spiderman y X-Men) a crear cada vez más superhéroes que representan a minorías. Parece ser que ahora existe una BatWoman que es lesbiana, y un tal Blue Beetle que extrae su poder de un amuleto precolombino y que en su vida civil, esto es cuando no se disfraza como Blue Beetle, es un muchacho de origen mexicano. Le va a hacer falta ese amuleto y muchos más para revertir la política del gobierno norteamericano hacia los inmigrantes ilegales.
No niego que la tendencia pueda ser positiva, pero como tantas cosas que hacen los norteamericanos, huele más a mercadotecnia que a buenas intenciones. Si de verdad están tan interesados en representar a las minorías, ¿por qué accionaron legalmente para prohibir una exposición de arte que mostraba a Batman y Robin embarcados en actos sexuales –el uno con el otro? Si aspiran a la corrección política, ¿por qué no permiten que cada tribu urbana se apropie de los héroes clásicos como más le guste?
Estoy seguro de que los departamentos de comercialización de Marvel y DC cuentan con estudios que informan sobre la composición étnica y orientación sexual de su público; deben estar tratando de entregarle a sus compradores lo que imaginan que desean, y por eso alteran sus líneas narrativas y sacan a luz proyectos que habían enterrado. Esta suerte de “creaciones dirigidas”, que tanto tienen de laboratorio, no suelen dar buenos resultados. El artículo informa que muchas series concebidas de esta manera ya han sido discontinuadas, porque el público no respondió como esperaban.
Los cálculos aplicados al arte nunca funcionan bien. Pocos días atrás, el mismo New York Times publicó una encuesta que realizó entre doscientos escritores, críticos y editores en busca de la mejor novela norteamericana de los últimos veinticinco años. El resultado es el paradigma de la corrección política aplicada al arte: triunfó Beloved, de Toni Morrison, por encima de novelas indiscutiblemente superiores como Underworld y Libra de Don DeLillo, la saga de Rabbit Angstrom escrita por John Updike y American Pastoral de Philip Roth. Imagino que la mayoría de los votantes puso Beloved alto en la lista para cubrirse de cualquier sospecha (Toni Morrison es negra, y Beloved habla de la dolorosísima experiencia negra en los Estados Unidos), y al hacer la cuenta final los votos para DeLillo, Updike y Roth resultaron divididos entre muchas de sus novelas y terminó triunfando la culpa (norte)americana por encima de la literatura. Toda la lista final transpira cierta angustia introspectiva, se trata de novelas que aunque más no sea tácitamente intentan responder a la pregunta: ¿Qué fue lo que salió mal? Yo prefiero toda la vida Wonder Boys y The Amazing Adventures of Kavalier & Clay, de Michael Chabon, antes que Beloved.
En lo que respecta a los superhéroes que representan a las minorías, me gustaría decirle a los señores de Marvel y DC que no se preocupen por crear personajes de origen latino, que de eso nos encargamos nosotros.
O por lo menos deberíamos estarlo haciendo.