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Fruta extraña

Por 17 de mayo de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

¿Cuáles son las canciones más tristes del mundo? El flamante libro de Tom Reynolds I Hate Myself and I Want to Die: The 52 Most Depressing Songs You’ve Ever Heard trata de responder esa pregunta. Entre su selección figuran algunas canciones obvias: Strange Fruit interpretada por Billie Holliday, Prayers for Rain de The Cure y hasta la versión que Celine Dion hizo de All By Myself. Pero por supuesto, cada uno de nosotros podría confeccionar su propia lista. Y eso sin necesidad de entrar en la discusión que el libro presenta, porque una cosa son las canciones depresivas, como el título las define, y otra muy distinta las canciones tristes –que son las que yo prefiero.

En mi lista seguramente figuraría la versión del Aleluya de Leonard Cohen interpretada por Jeff Buckley. (Tardé varios meses en dejar de llorar cada vez que la escuchaba, y eso que la oía varias veces al día.) Cuando era más chico me pasaba con algunas canciones de Simon & Garfunkel, como Scarborough Fair / Canticle, The Boxer y The Only Living Boy in New York. Aunque imagino que en buena medida la melancolía adolescente tuvo mucho que ver, siguen siendo canciones de una tristeza exquisita.

Tampoco podría faltar Romance de Curro el Palmo, del disco que Serrat le dedicó a los poemas de Miguel Hernández. ¿Es posible concebir un verso final más triste que: “Tanto penar para morirse uno”? Charly García aportaría varias melodías: Rasguña las piedras de su época de Sui Generis, una canción dirigida a una amada muerta y enterrada (“Y escarbo hasta abrazarte / Y me sangran las manos”), y Viernes 3 A.M. de su etapa con el grupo Serú Girán, que no es otra cosa que la crónica de un suicidio. Su último verso dice simplemente: “Los que no pueden más / Se van”.

Las canciones tristes de The Smiths, y de Morrissey como solista, deberían tener un libro aparte puesto que son y han sido su especialidad. Páginas como Reel Around the Fountain, Last Night I Dreamt That Somebody Loved Me y November Spawned a Monster elevan la tristeza a la categoría de arte. Algo parecido podría predicarse de R.E.M., el grupo de otros apóstoles de la melancolía: entre sus canciones tristes prefiero Nightswimming, que es simplemente una de mis canciones favoritas.

Se me ocurren otras miles. My Funny Valentine en la versión de Chet Baker. Clouds, de Joni Mitchell. Luka, de Suzanne Vega. Not Dark Yet, de Bob Dylan. Y por favor, no me hagan meterme con el tango. Deben existir pocas cosas más desoladoramente tristes que Gardel cantando Sus ojos se cerraron: “Por qué sus alas tan cruel quemó la vida / Por qué esa mueca siniestra de la suerte / Quise abrigarla y más pudo la muerte…”.

Una de las condiciones sine qua non de la perfecta canción triste es ese matiz que, precisamente, la separa de una canción depresiva. Aún en su infinita tristeza, las canciones que prefiero incluyen una dosis de alegría. Y no cualquier alegría, sino una alegría profunda y contemplativa, la que se desprende de los momentos en que uno observa la vida con perspectiva y comprende que en sus circunstancias definitorias es siempre así, triste y alegre a la vez, que nos pone en simultáneo lágrimas en los ojos y sonrisas en la boca; esa clase de emociones complejas que la ópera alcanza con tanta facilidad. En esta cuestión es inevitable coincidir con Billie Holliday: la vida es, en efecto, un fruto extraño.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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