Marcelo Figueras
Extraño los días de Miguel Angel, cuando se consideraba natural que una misma persona experimentase (¡y triunfase!) en distintas ramas del arte. La maldición de los especialistas se hizo sentir sobre el territorio de la creación. Esto es paradójico, ya que el acceso a los medios artísticos es hoy más democrático (por economía y por practicidad) de lo que era tiempo atrás. Hace décadas eran indispensables miles de dólares para realizar una película modestísima. Hoy puede hacerla cualquiera con acceso a una cámara digital y a un ordenador. ¿Cuántas novelas habría escrito Balzac, dado que creó ochenta en veinte años escribiendo con pluma, si hubiese tenido una Macintosh a su disposición?
Cada disciplina supone un cierto saber técnico, pero la técnica nunca ha sido determinante para un artista, dado que es relativamente fácil de adquirir: Orson Welles aprendió lo que necesitaba saber sobre narrativa cinematográfica cuando ya había firmado con la RKO el contrato que redundaría en Citizen Kane. Y todavía recuerdo las floridas metáforas que el músico Luis Alberto Spinetta empleaba en los comienzos, cuando explicaba al técnico de grabación qué clase de sonidos perseguía. En todo caso, la sabiduría del artista está en rodearse de colaboradores tanto o más brillantes que él, como hizo Welles con el guionista Herman Mankiewicz y el fotógrafo Gregg Toland.
Lo que juega en mi contra en esta arenga es el relativo éxito de tantos artistas que intentaron el crossover en los últimos años. Algunos actores escribieron novelas: Rupert Everett, Gene Hackman, Ethan Hawke, aunque ignoro cuán buenas; sé que han tenido notoriedad por el simple hecho de publicar, sin obtener nada parecido a los elogios que suelen premiar sus actuaciones. Los músicos metidos a actores son más simpáticos que memorables: Sting, Bowie, Jagger. Algunos novelistas han dirigido: digamos que en el terreno del cine, el pobre de Stephen King (pobre en sentido poético, nomás) no dirige best-sellers, por ponerlo así. En general la prensa observa estos esfuerzos con desconfianza, como si se tratase de un capricho del artista en vez de un intento sincero de probar un nuevo cauce de expresión.
Por fortuna existe gente a la que no le ha ido tan mal. El artista plástico y cineasta Julian Schnabel, director de Basquiat y Before Night Falls. El actor John Cusack ha escrito un par de guiones de muy buen nivel: Grosse Point Blank y High Fidelity. (Este último basado en la novela de Nick Hornby.) George Clooney junta hoy nominaciones por su segundo film como director, Good Night, and Good Luck. Todavía no lo he visto, pero su debut como director, Confessions of a Dangerous Mind, estaba más que bien.
En la Argentina están Martín Rejtman, que dirige cine y escribe ficción, y Alan Pauls, que es novelista, periodista y guionista, y Fito Páez, que es músico y cineasta. Su búsqueda pasa a años luz de la mía, pero los respeto mucho. Y me alegra que existan y que hagan lo que hacen, porque ayudan a que me sienta menos solo.