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El pequeño rey del shopping

Por 5 de enero de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Fue el día previo a la Nochebuena, en un shopping, durante el delirio del que somos presa todos los que necesitamos comprar muchos regalos. Ya llevaba toda la mañana ahí adentro. Mi hija Milena, haciendo alarde de sensatez, sugirió hacer un alto para comer. Entonces lo vi por primera vez, al lado de la caja del restaurante. No tendría más de ocho años, pelo castaño claro y un espolvoreo de pecas del mismo color en los cachetes gordos. Me pareció que se me aproximaba, pero no dijo nada. En realidad sí dijo, pero lo hizo con una vocecita tan queda que no salió sonido alguno de su boca. Pagué lo que debía, y recién entonces insistió. Me pidió si no le compraba algo de comer. Le dije que por supuesto, que me dijese qué quería. Fue muy claro al respecto: quería un panqueque con dulce de leche.
Eso me obligaba a ir a otro de los restaurantes del shopping. Dejé a mi hija con las dos bandejas y lo acompañé. Cuando le pregunté si además quería beber algo, fue igualmente específico: quería un batido de banana con leche. Me hizo gracia. Después de todo, pensé, no está mal que acumule azúcar e hidratos de carbono como para rebotar un rato por las paredes.
Como me quedé a esperar que le sirviesen su orden para que nadie se aprovechase de él, nos pusimos a charlar. Le pregunté su nombre. Me dijo: Jorge. Esto también me hizo gracia, Jorge es un nombre muy adusto para un niño, en la Argentina casi no existen Jorges menores de 45. Sintiéndose en confianza, me preguntó si había visto la última de Harry Potter. Le dije que no, pero que mi hija sí. Me dijo que estaba bien, aunque no le gustaba mucho el final. Después agregó que también había visto Chicken Little y no sé cuántas más de las películas infantiles de los últimos tiempos. Era obvio que lo dejaban entrar, o bien se arrogaba el derecho, en los cines del shopping. No pudimos conversar mucho más, porque el panqueque y el batido hicieron su aparición. Le mostré dónde iba a estar, y le dije que ante cualquier cosa fuese a verme. Al rato volvió a moverse por la zona, encarando a un nuevo cliente al lado de la misma caja.
“¿Qué dijiste?,” preguntó la mujer. Los pedidos de Jorge eran siempre inaudibles, al menos la primera vez. Al menos en esto nos parecíamos. Lástima que no pude oír qué pidió. Me hubiese divertido descubrir que iba por una segunda ronda de panqueques.
Me pregunté qué habría dentro de esa cabeza, qué noción de la vida estaría formándose en el contraste entre las necesidades diarias que lo obligaban a pedir comida, el palacio del shopping y las fantasías que le proporcionaba el cine. Todo indicaba que ese lujoso templo consagrado al consumo era su segundo hogar, su plaza y su centro de diversiones. ¿Desarrollará Jorge resentimiento, por todo lo que se le muestra sin que pueda acceder a ello? ¿O más bien tomará las cosas como vienen, maravillándose ante las puertas que sí se le abren aun cuando carezca de llaves? Y la posibilidad de meterse en el cine como Pancho por su casa, ¿lo ayudará a potenciar una imaginación ya alimentada a base de panqueques y batidos? Si fuese realista, diría que lo más probable es que el resentimiento gane la partida. Pero si fuese realista no sería escritor.
No les extrañe que Jorge, o alguien muy parecido, aparezca en mi próxima novela.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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