Marcelo Figueras
La sociedad que aglutina a los guionistas de los Estados Unidos, llamada Writers Guild of America, eligió ciento un guiones del cine (norte)americano a los que consagró como los mejores de la historia. Los primeros diez de la lista que trascendió son bastante inapelables: Casablanca, El Padrino, Chinatown, Citizen Kane, All About Eve, Annie Hall, Sunset Boulevard, Network, Some Like It Hot y El Padrino II. Según parece Woody Allen, Coppola y Billy Wilder colaron cuatro guiones cada uno, mientras que Charlie Kaufman, William Goldman y John Huston colaron tres.
Lo primero que surge de la lista es que la ecuación mejor guión-mejor película es indestructible. ¿Quién está en condiciones de ver una película mediocre y entrever que a pesar de la torpeza de su resolución había un guión maravilloso al inicio del proceso? Necesitamos que la película nos deslumbre, para recién después recurrir al guión como una de las causas lógicas de ese deslumbramiento. Esto es una pena, en la medida que condena al anonimato a miles de guiones impecables que resultaron destrozados por una dirección ramplona, o por actuaciones chatas, o por una edición predecible; pero se trata de las reglas del juego. ¿Cuántos libros sublimes han pasado desapercibidos ante nuestros radares debido a una pobre venta, o a la falta de prensa, o a una distribución inexistente?
La consagración de Casablanca en el primer puesto apunta a destacar la misma característica del cine: su condición de arte colaborativo. Siempre se señala que fueron muchas las manos que contribuyeron al guión de Casablanca, además de las acreditadas de Julius y Philip Epstein y Howard Koch; actores y productores sumaron su inspiración a un rodaje que se inició cuando aun no se sabía cómo terminaría la película –un final que hoy nos aparece como tan perfecto, y así tan canónico, que resulta imposible imaginarle variación alguna.
Suele decirse que es posible hacer una película apenas correcta a partir de un buen guión, pero que es imposible realizar una buena película a partir de un mal guión. La calidad del guión con que se va al rodaje es el primer listón de la película: si realmente está bien construido, la película nunca será un desastre.
Me encantaría elegir cuanto menos diez guiones inolvidables de la historia del cine hispanoparlante. Pero me temo que conocemos tan mal nuestro propio cine, que cometeríamos injusticias espantosas tan sólo porque nunca oímos hablar de determinadas películas.
Algún día daremos vuelta a la tortilla.
Ese día no está tan lejos.