Marcelo Figueras
Ya que estábamos hablando de la necesidad, pero ante todo del deseo de conversar sobre libros… Hace unos días, en un blog que no recuerdo del todo (mea culpa, todavía ocurre que a veces uno recuerda contenido y no continente), le proponían a los internautas una lista de clásicos de esos que figuran en casi todos los cánones y que sin embargo, de acuerdo al autor, convendría saltearse para dedicar el tiempo a mejores cosas –o cuanto menos, a mejores libros.
La inclusión de Cien años de soledad entre esos títulos sorprenderá a los hispanoamericanos. (Aunque por supuesto, no a todos de manera negativa: hay mucha gente que la considera ilegible y se pierde en la maraña de Buendías a las veinte páginas.)
Pero hay que decir que el listado de clásicos-a-evitar es impecablemente democrático, viniendo de un periodista y crítico norteamericano que de acuerdo a su confesión promedia los treinta años: entre aquellos muñecos a los que descabeza están Don De Lillo (cuya novela White Noise sería ‘una crítica social con la profundidad y el insight del adolescente promedio’), William Faulkner (Absalom, Absalom estaría llena de ‘frases diarreicas que no hacen más que llamar la atención sobre su ornamentación sobrecocida’), Cormac McCarthy (de quien se confiesa fan, pero no en el caso de The Road), John Dos Passos (por la trilogía USA), Jack Kerouac (por On the Road) ¡…y hasta tiene el tupé de meterse con Charles Dickens! (OK, OK, concedo que Historia de dos ciudades está lejos de ser el mejor de sus esfuerzos…)
Respecto de la novela de García Márquez, la define como “una fábula larga, sinuosa que procede siempre al mismo ritmo” y destaca el hecho de que todos los que la aman parecen personas carentes de humor.
Por supuesto, esto es discutible –y esa es la gracia.
Por eso mismo el periodista invita a los lectores a dejar sus comentarios para “secundar estos sentimientos o decir que estamos locos, y para compartir sus propias sugerencias”.
Como –insisto- copié el texto de aquel post pero no su procedencia, los invito a hacer lo propio aquí. ¿Qué libros sagrados agregarían ustedes a esta lista de mucho-prestigio-pero-pocas-nueces?