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Calvin, Hobbes & yo

Por 2 de enero de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Buena parte de mis lecturas favoritas no son literarias, al menos en el sentido convencional. Sigo siendo fan de las historietas, por ejemplo. Alan Moore, el autor de Watchmen, From Hell y V for Vendetta (que dentro de algunos meses se estrenará como película: ¡me devora una deliciosa ansiedad!), es para mí uno de los más increíbles narradores contemporáneos. Sus libros están guardados en la parte de mi biblioteca que tengo más a mano. De hecho, basta con que desvíe la vista unos centímetros de la pantalla del ordenador para que pueda ver mi ejemplar de From Hell, ubicado entre The Complete Works of Lewis Carroll y el primer volumen de las obras de Borges.
Cuando quiero disfrutar como un cerdo (algo que se convierte en una necesidad, a esta altura del año), lo que hago es releer mi colección de Calvin & Hobbes. Es una historieta engañosamente sencilla, muy en la línea de Peanuts (aquella con Charlie Brown y el perro Snoopy), que apareció entre 1985 y 1995 en los diarios más importantes de los Estados Unidos y desde entonces se vendió al resto del mundo, a menudo mal traducida al español. Su planteamiento argumental también parece simple: Calvin es un niño de seis años, hiperkinético y de una imaginación desbordada, y la tira describe sus infinitas travesuras. Lo llamativo es que en todas ellas lo acompaña su amigo Hobbes, que es su tigre. Y aquí se acaban las simplezas.
El común de los lectores asume que Hobbes es el tigre de peluche de Calvin, que cobra vida cuando se queda a solas con el niño; el dibujo parece sugerirlo, puesto que en presencia de los padres de Calvin o de su compañerita Susie, Hobbes pierde su traza felina para verse como un muñeco. Mucha gente cree también que el Hobbes andante y parlante es apenas el producto de la imaginación de Calvin. Pero el autor de la historieta, Bill Watterson, se ha negado siempre a zanjar la cuestión. Lo único que ha dicho es que no cree en ninguna de esas explicaciones. “Yo creo que la vida funciona de esta forma,” escribió alguna vez. “Ninguno de nosotros ve el mundo de la misma manera, y yo me limito a dibujar eso literalmente en la tira. Hobbes es más sobre la naturaleza subjetiva de la realidad que sobre muñecos que cobran vida”.
Una historieta sobre un niño bautizado como un teólogo del siglo XVI que creía en la predestinación, cuyo único amigo es un tigre llamado como “un filósofo del siglo XVII que tenía una mirada no muy esperanzadora sobre la naturaleza humana” (Watterson dixit), no puede sino alejarnos de los terrenos más convencionales. Y desde su primer libro (el efecto literario se aprecia mejor cuando uno lee las colecciones, en lugar de la tira diaria), Calvin & Hobbes no ha hecho más que cumplir con esa promesa. Por lo pronto, la historieta es divertidísima: la clase de libros que logra la proeza de hacerme reír en voz alta, esté donde esté (me ha pasado en todo tipo de transportes públicos). En segundo lugar, Watterson es un dibujante exquisito. A menudo el hecho se pierde en el marco estrecho de las tiras diarias, pero el espacio más generoso de las tiras dominicales le permite un aire que marca toda la diferencia: allí, las aventuras del Astronauta Spiff (un alter ego de Calvin), o las fantasías de Calvin soñándose tiranosaurio permiten apreciar que estamos en presencia de un digno heredero de Little Nemo in Slumberland y de Krazy Kat.
Calvin & Hobbes es una de esas raras joyas que une con naturalidad los registros más populares de la cultura con las aspiraciones más altas del arte. (Las bromas de Calvin sobre la diferencia entre el “high art” y el “low art”son una constante en la serie; Watterson no cree que exista diferencia entre lo uno y lo otro, y lo demuestra con su obra.) Por eso tiene algo que ofrecer a cada lector potencial. Para aquel que busca tan sólo diversión, Calvin & Hobbes es una receta perfecta. Para aquel con sensibilidad plástica, también. Pero nadie se verá más recompensado que aquel que además de reírse y de apreciar los dibujos busque además una reflexión inteligente sobre la vida en general y sobre estos tiempos en particular, y el aliento lírico de los mejores poemas y las mejores películas. Porque Calvin suele ser grosero y desconsiderado, pero cuando se enfrenta a lo inefable no aparta los ojos.
Existe una tira dominical en que Calvin y Hobbes encuentran un pájaro muerto. “Uno no aprecia cuán milagrosa es la vida hasta que es demasiado tarde”, dice el niño. “La naturaleza es despiadada y nuestra existencia es muy frágil, temporaria y preciosa. Pero para seguir adelante con sus asuntos, uno no puede dedicarse a pensar en estas cosas. Lo cual explica, probablemente, por qué todos dan al mundo por sentado y por qué actuamos de manera tan irracional. Es muy confuso. Supongo que todo esto se aclarará cuando crezcamos”. El cuadro final muestra a Calvin y Hobbes sentados al pie de un árbol, con una expresión en la cara que revela cuán inseguros están de que el asunto se aclare alguna vez. Hay artistas que emplean novelas enteras para plantear algo tan preciso y precioso como lo que Watterson hace en tan sólo diez cuadros.

………………

Quien quiera ir más allá de la tira, descubrirá que Watterson es un personaje tan interesante como su obra. El único motivo por el cual el mundo no está inundado por remeras y pósters y tazas y muñequitos de Calvin & Hobbes es porque Watterson se opuso denodadamente a ceder los derechos. Es decir que se resignó a no ganar cientos y cientos de millones de dólares para no convertir a sus personajes en un objeto de consumo más. Y en 1995 decidió dar por terminada la serie. Fueron diez años divinos. Que por suerte uno puede releer, como volví a hacer otra vez en los albores del año nuevo para reencontrarme con la sensación de que la vida es algo desquiciado y divertido e imaginativo e irrepetible que por cierto, vale la pena intentar cuando uno tiene amigos como Calvin y Hobbes.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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