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¿Vuelven los neocons?

Por 25 de enero de 2010 Sin comentarios

Lluís Bassets

La verdad es que hemos pasado página con rapidez excesiva. La victoria espectacular de Obama y las políticas económicas que trajo la crisis remacharon los clavos del ataúd donde yacían las erróneas políticas de Bush. Algunos historiadores y analistas consideraban que el cambio en la Casa Blanca tenía una dimensión tan nueva como para pensar en un cambio de clima y de era política. Lo que Karl Rove había buscado en la confluencia de Bush y de los cristianos renacidos del sur, un realineamiento electoral que arrinconara a los demócratas durante 40 años más, es lo que los demócratas creyeron que podía suceder pero en dirección contraria con la llegada de un afro americano a la presidencia del país más poderoso del mundo. Los hechos más recientes lo ponen en duda: los votantes independientes o ?swing voters?, que fueron decisivos para Obama en 2008, han sido los que ahora le han castigado en Massachusetts; los republicanos no se han desmovilizado como resultado de la derrota, al contrario, están más motivados que nunca; y los demócratas se hallan de nuevo divididos, como siempre, entre los más radicales y los más centristas.

No es extraño que en tales circunstancias Obama quiera imponer algo de disciplina en las filas demócratas. El principal problema de la Casa Blanca de Obama es que no ha sabido embridar a sus congresistas, a pesar de contar con mayoría en las dos cámaras, que en el Senado era cualificada y le blindaba contra el filibusterismo. Si no lo consigue en los próximos seis meses, las pérdidas pueden ampliarse hasta perder las propias mayorías, que es el objetivo que se ha propuesto un partido republicano muy unido tras estos objetivos, aunque desunido y desorientado todavía en cuanto a liderazgos. Los demócratas llevan dos elecciones seguidas victoriosas, las de 2006 y las de 2008; de lo que se deduce que ahora les toca recibir; pero la Casa Blanca se ha comportado todo este año como si tal amenaza no pesara o pesara menos que la fuerza y el carisma del presidente. Y ahora, cuando se ha comprobado que no er así, no toca más remedio que intentar enderezar las cosas en el escaso lapso que queda hasta el primer martes después del primer lunes del próximo noviembre.
Hace un año tuvimos un cambio y ahora tenemos otro. Esto no ha hecho más que empezar. Atención al discurso del Estado de la Nación, el próximo miércoles, en el que seguiremos viendo el despliegue del nuevo Obama.
(Enlaces: sobre la teoría del realineamiento escribí el día mismo en que se celebraban las elecciones y, como se puede comprobar pinchando aquí, yo mismo participé en buena medida de esta valoración que ahora queda cuando menos seriamente cuestionada; sobre la voluntad de la Casa Blanca de imponer una cierta disciplina entre los demócratas, ver el artículo del New York Times; y sobre la estrategia futura de la Casa Blanca, el artículo de su jefe de campaña, David Pouffle, en el Washington Post). 
(Corrección: Durante 48 horas el título del anterior post fue Obama 0.2. Confieso que no es la primera vez que escribo erróneamente 0.2 en vez de 2.0. Ayer corregí el título que, en cualquier caso, recogía sintéticamente el comienzo de una segunda etapa sustancialmente distinta en la presidencia de Obama. En otras épocas hubiera utilizado la numeración romana propia de las dinastías reales; ahora es más identificable, aunque a mí me cueste retenerlo, la numeración de las sucesivas versiones de la web.)

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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