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Victorias escurridizas

Por 31 de diciembre de 2015 Sin comentarios

Lluís Bassets

Si apenas sabemos qué es esta guerra, ¿cómo sabremos qué será la victoria? Cabe preguntarse incluso si la idea de victoria tiene hoy sentido más allá de la propaganda. Tras el desastre de George W. Bush, que tuvo que arrepentirse de la falsa victoria militar sobre Sadam Husein, apenas queda margen para la credulidad ante las súbitas victorias que se anuncian en los frentes de batalla.
Ahora Ramadi ha sido reconquistada por las fuerzas iraquíes tras seis meses bajo control del Estado Islámico (ISIS). Aunque no está claro que las tropas gubernamentales controlen toda la ciudad y sean capaces de mantenerla, ha bastado la toma del centro urbano para que la coalición lo saludara como el anuncio del siguiente paso, la reconquista de Faluya y Mosul, segunda ciudad iraquí e importante fuente de ingresos para el califato terrorista. Han sido fundamentalmente tropas suníes las que han reconquistado Ramadi (suní), sin participación en primera línea de soldados chiíes y kurdos, en un intento de hacerse con la población local que el sectarismo del anterior primer ministro, Nuri el Maliki, había lanzado en brazos del ISIS.
La victoria de Ramadi contiene un mensaje de optimismo, pero no es un paliativo para la ausente estrategia global contra el ISIS ni para la fragmentación de las contradictorias alianzas e intereses que basculan sobre la región y explican el vacío en el que ha crecido el monstruo. Ni siquiera es seguro que lo que allí ha funcionado pueda hacerlo en la reconquista de los siguientes objetivos, donde probablemente no bastarán las actuales tropas suníes.
Deberá servir para recordar que el ISIS no será derrotado sin un nuevo orden en Oriente Próximo con el acuerdo de las cuatro potencias regionales. Al final, entre las causas de los conflictos siempre está una de las cuatro o varias a la vez: Israel, Turquía, Arabia Saudí e Irán, cada una de ellas crecida ahora ante el repliegue occidental y sobre todo de EE UU.
Vale para Oriente Próximo la lamentable sentencia de Xabier Arzalluz sobre el árbol y las nueces. Todos los regímenes, incluidos los democráticos como Israel y Turquía, han usado la violencia política, el terrorismo o los desplazamientos de población (refugiados e inmigrantes) para arrear al árbol y recoger las nueces. Un monstruo como el ISIS no crece sin complicidades en los eficaces servicios secretos que hay en la zona.
Tampoco habrá victoria si Europa termina cediendo en el terreno de los valores, como están haciendo, entre otros, Francia y Dinamarca. La primera, con la creación de dos clases de ciudadanos entre quienes han nacido en su territorio: los hijos de inmigrantes con doble nacionalidad que incurran en terrorismo serán candidatos a la expulsión pero no será así si se trata de hijos de familias francesas de pura cepa. La segunda, con la confiscación de bienes a los refugiados que pidan asilo. Dos países de profunda tradición democrática se hallan camino de esta derrota, autoinfligida en nombre de una falsa victoria y acorde con los objetivos ideológicos del califato terrorista y con la política del árbol y de las nueces.
 

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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