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Putin en campaña

Por 13 de octubre de 2016 Sin comentarios

Lluís Bassets

Las cosa no pueden ir peor con Rusia. La suspensión del viaje de Putin a París es el último episodio del desencuentro, pero no hay duda de que habrá más. Moscú vetó la pasada semana una resolución sobre Siria en el Consejo de Seguridad, para frenar los bombardeos aéreos rusos sobre Aleppo. Solo tuvo la compañía bien poco recomendable de Venezuela, e incluso China se abstuvo porque no quiso asociarse a la ignominia patrocinada por Moscú.

En cuatro ocasiones anteriores el veto de China acompañó al de Rusia en resoluciones que pretendían contrariar a Washington y sus aliados, pero esta vez no ha querido asociarse a la evidencia de los crímenes de guerra que está cometiendo Vladimir Putin para salvar a Bachar el Asad. El ministro francés de Exteriores, Jean-Marc Ayrault ha evocado cuatro ciudades mártires en las que el objetivo militar era la población civil: Guernica, bombardeada por la Luftwafe por encargo de Franco en 1937; Srebrenica, donde más de 8.000 hombres fueron asesinados por las tropas serbias en 1995; Grozny, destruida por entero en el asalto de las tropas rusas en la guerra de 1999 y 2000; y ahora Aleppo, estas dos últimas bajo responsabilidad política del presidente ruso.

No hay camino viable para una denuncia por crímenes de guerra contra Putin. Ni Rusia ni Siria participan del tratado que establece la Corte Penal Internacional, a la que correspondería abrir una investigación. En su caso, solo podría decidirlo el Consejo de Seguridad, donde Rusia tiene derecho de veto.

Es velocísimo el deterioro de las relaciones entre Washington y Moscú. La cancha geopolítica donde se está produciendo el actual encontronazo es Oriente Próximo, y más específicamente Siria, territorio al que Rusia ha regresado con determinación, echando el resto de su capacidad militar para convertir la inminente derrota del Estado Islámico en una victoria del régimen de El Asad, que significará la consolidación de su presencia permanente.

Moscú ha roto las conversaciones de paz sobre Siria y suspendido dos acuerdos con EE UU, uno sobre de investigación nuclear y otro sobre reducción de arsenales de plutonio. También ha instalado misiles con capacidad nuclear en Kaliningrado, enclavados en pleno territorio OTAN, y ha enseñado los dientes a principios de octubre a la entera comunidad atlántica con un sobrevuelo de dos bombarderos Tupolev hasta las costas de Vizcaya.

La destrucción de Aleppo y la gesticulación que la acompaña se produce en un momento crítico para la seguridad como es la transición en la Casa Blanca, cuando se va el presidente y todavía no se sabe quién le sustituirá y con qué políticas. Todas las transiciones suelen ser momentos de riesgo, desde la crisis con Cuba en 1961, entre Eisenhower y Kennedy, hasta la guerra de Gaza a principios de 2009, entre Bush y Obama. Esta vez hay un agravante adicional y es que existen sospechas de interferencias de Putin en la campaña electoral mediante espionaje electrónico y uno de los dos candidatos, Donald Trump, ha mostrado su afinidad y simpatía por el sospechoso.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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