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El fardo de Hillary

Por 12 de octubre de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Me pregunto qué debe de quedar de aquella joven con gafas de cristal grueso a quien el pastor de su iglesia llevó a escuchar el más célebre discurso de Martin Luther King jr.: I have a ­dream. De la niña que se crió en un suburbio de clase media de Chicago, donde su padre, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, salió adelante estampando telas y su madre, marcada por la precariedad, la instruyó en la primera lección política: educación, educación y educación. Algún poso quedará de la militante republicana que se definía poco después como “una mente conservadora con un corazón liberal”, hasta que el corazón le estalló y se hizo activista pro derechos civiles y en contra de la guerra de Vietnam. La Hillary rubia de media melena que, ya en campaña con y por su marido, cambió drásticamente el papel de la esposa de un candidato así como la proyección pública de una mujer. Fueron la pareja de los noventa, practicaban el soft power, audaces y preparados, ejemplares hasta aquel episodio de la pobre becaria en el que todos los fantasmas que planean sobre la vida privada y la vida pública vomitaron en los platós. Hillary humillada. Hillary perdonando, ganando peso y canas. Hillarycare, como bautizaron sus enemigos “su” propuesta de reforma del Sistema Nacional de Salud, que, pese a no prosperar, inspiraría a Obama en la suya. Tenaz e infatigable, hoy está a un paso de ser la primera mujer presidenta de EE.UU. Pero nunca han gustado las mujeres mandonas. No es probable, sino una evidencia, que de haber sido Donald Trump una mujer ya la habrían tumbado e incluso escupido. Sólo hace falta recordar los patinazos de aquella Sarah Palin a la que ridiculizaron con sus ínfulas de doberman wasp.
A Hillary Clinton se la acusa de estar “sobrepreparada”, de representar al pudiente establishment, de ser demasiado vieja, de tener achaques –cuando el historial médico de la Casa Blanca va de la depresión de Lincoln a la bipolaridad de Roosevelt, pasando por la enfermedad de Addison de Kennedy o el principio de alzheimer de Reagan–. También la critican por llevar bótox y resultar demasiado coqueta, cuando, igual que Merkel, viste con pseudouniformes. Hipocresía y misoginia han protagonizado esta campaña en la que Trump no ha dejado de lanzar dardos contra el fardo más pesado de Hillary: su marido. Allí está él, impávido, más flaco, a cuatro pasos de las camareras o azafatas que Trump invita a los debates apuntando a la bragueta. ¿Acaso no hay acto de machismo más cínico que el de agredirla mediante las correrías de su esposo? Pero Trump es un hombre hinchado de rabia cuyo relato está edificado sobre una inmensa fortuna de acciones, casinos y concursos de Miss Mundo, y que en su trasnochado delirio cree que en verdad compite contra Clinton, Bill.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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